Encuestas de Uber

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09 December 2018

De Uber se puede tener variedad de opiniones: es una de las fuerzas más disruptoras de la economía del transporte y, al mismo tiempo, una compañía que se ha resuelto el “problema” de tener que cumplir con leyes y protecciones laborales para sus trabajadores al funcionar con una flotilla de “contratistas” o “colaboradores independientes”. Por suerte, esta columna ni es de Uber ni pretende influenciar debate alguno sobre las complejidades de su aparición en el mercado global en general y el salvadoreño en específico.

Esta columna es sobre las conversaciones políticas interesantísimas que durante la semana pasada, en una visita exprés de esta hermana lejana a mi añorado El Salvador, tuve en el contexto de movilizarme en Uber. Con el servicio me topé con una muestra estadística interesante: los conductores variaron en edad, sexo, profesión u oficio y provenían además de diferentes zonas aledañas a la capital o a La Libertad. Obviamente no estoy abogando por sacar conclusiones con peso estadístico alguno, y es claro que socioeconómicamente los conductores tienden a ser más parecidos que distintos (en el sentido que todos tienen acceso a carro y a tecnología celular en teléfono inteligente) como para no representar más que a un sector sumamente específico de la clase media.

Tuve la suerte de que todos me resultaron platicones, y el tráfico insoportable que nuestra bien intencionada pero insuficiente infraestructura permite, contribuyó al espacio para platicar con tiempo sobre el país. En específico, la situación política y lo que puede que nos depare en las próximas elecciones. Y aunque, de nuevo, las pláticas carecen en lo absoluto de peso estadístico ni deberían inspirar predicción alguna sobre lo que nos depara después de febrero del próximo año, a mí me sirvieron muchísimo, pues, como salvadoreña en el exterior interesada en la coyuntura nacional, las redes sociales son el único medio en el que consumo noticias nacionales. Las opiniones que ahí se vierten son la única manera en la que, desde allá, puedo construir mi percepción sobre la popularidad o efectividad de diferentes candidatos y propuestas y, en cierto modo, tomar la temperatura de ciertos temas.

Y nada: las pláticas me botaron mi percepción construida a punta del ruido de las redes sociales de que el candidato de Nuevas Ideas no tiene competencia. O por lo menos la percepción de que es el incuestionable mesías que resolverá todos los problemas. De la mayoría de conversaciones sobre lo que se habla en redes sociales saqué la conclusión de que hay cierto hartazgo de que el diálogo político y la discrepancia de opiniones de cualquier tipo se hayan vuelto tan tóxicos. Hay quienes dijeron que prefieren no opinar porque el costo de decir opiniones impopulares o que contrarias (incluso en la manera más leve) a lo que parece ser la mayoría se ha vuelto demasiado alto: con bullying, memes sexistas (esto solo lo mencionaron las mujeres), o insultos.

Más allá de candidatos, hablamos de problemas. Y de lo raro que resulta que en un país donde el mayor problema parece ser la seguridad pública, que el tema no sea el eje único y principal de todos los candidatos. Una de las historias que oí, de un conductor que antes hacía rutas dentro de diversas colonias y de cómo tuvo que abandonar ese empleo cuando las maras lo volvieron inviable, me recordó que es imposible hablar de trabajo para todos sin incluir las políticas que harán factible que los trabajos no le cuesten la seguridad a la gente. Sin tratar de hacerle propaganda a Uber, los candidatos deberían considerar darse una vuelta y hablar, sin ideas preconcebidas, con los conductores. Las pláticas son más informativas que la bulla digital.

Lic. en Derecho de ESEN con

maestría en Políticas Públicas

de Georgetown University.

@crislopezg