¿Qué es el cambio?

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06 December 2018

El 3 de febrero los votantes tendrán que decidir entre dos propuestas de cambio. La primera se enfoca en cambiar las personas que han detentado el poder. La segunda se enfoca en cambiar las realidades que detienen el progreso de las familias salvadoreñas.

La lógica de la primera propuesta es ridículamente simple. El que la sostiene dice que otros de izquierda y de derecha ya han ejercido el poder presidencial y que ahora le toca a él. Es una propuesta de poder, puramente personal, orientada a cambiar la situación del candidato de no ser nada a ser Presidente de la República.

Ese cambio solo tiene sentido en la segunda propuesta, que debe centrarse en el ciudadano y sus problemas, en sus noches de desvelo preocupado de cómo va a hacer para pagar sus deudas, para que le alcance el dinero para mandar a tus hijos a la escuela, para que su familia tenga acceso a una buena salud, en un país seguro y con oportunidades.

Y es aquí, al examinar estos problemas, que se puede ver claramente que tomar la decisión de votar solo para cambiar a la persona en el poder, razonando que hay que darle una oportunidad, no solo es inconsecuente sino realmente dañina, porque esa es la manera en la que se ha votado en El Salvador con mucha frecuencia y esa es la razón por la que hemos terminado con gobiernos que son muy buenos para gritar insultos contra “los ricos” y muy incompetentes y desinteresados en la mejoría de la familia salvadoreña. Para lograr sus objetivos personales, estos políticos han negado toda evidencia de progreso en el país, han inyectado odio y han llamado al conflicto, sin presentar planes de progreso, sin dar ideas para mejorar el país... enfocado solo en dar la impresión de que las tienen, sin importarles más que la manera de apropiarse del poder.

Y mientras se dedican ya en la presidencia a gritar, insultar y quejarse, han dejado que las familias tengan que pagar tres veces los costos de la salud porque con sus impuestos se pagan los hospitales públicos, porque además les descuentan la cuota del Seguro Social, y, como estos no funcionan, tienen que pagar médicos y clínicas privadas para garantizar la salud de su familia. Igual pasa con la educación, que pagan dos veces, veces, porque la calidad de la educación estatal deja mucho que desear. Además, tienen que pagar impuestos para pagar la seguridad estatal aunque ésta no funciona. Con el dinero de las familias se subsidia el transporte público que es tan malo que los usuarios tienen que ir amontonados en unidades inseguras y mal mantenidas.

Pero aunque estos problemas se arreglaran, los ingresos de la familia no les alcanzan como para darle una vida digna a sus hijos porque los gobiernos recientes han ahuyentado la inversión con sus odios y victimizaciones, limitando las oportunidades de empleo.

Es decir, estas preocupaciones las tienen las familias salvadoreñas porque creyeron en otros cuentos similares a los que les están contando hoy, que se enfocan solo en las quejas y no en las soluciones a los problemas de los ciudadanos y sus familias. Lo que el país necesita no es una persona que sea excelente para insultar y echar culpas, sino personas que tengan propuestas realistas para que los ciudadanos puedan mandar a sus niños a una buena escuela pública y a buenas unidades de salud y hospitales públicos, y que puedan vivir en comunidades seguras, en las que los niños puedan crecer en un ambiente sano y libre de violencia.

Tenemos que terminar con los cuentos de los populistas, que quieren hacernos creer que la salvación está en que ellos estén en el poder, cuentos que crearon nuestro estancamiento, y nuestros desencuentros y nuestros odios. Tenemos que pasar del odio a la armonía y del estancamiento al crecimiento, para que todos nosotros tengamos las oportunidades que nos merecemos y vivamos en un país seguro y próspero.

Máster en Economía

Northwestern University