Violencia cobarde

descripción de la imagen

Por

27 November 2018

A pesar de que la carrera electoral y la elección de funcionarios de segundo grado han acaparado los noticieros y programas de entrevistas, hace algunos días, las cifras de un estudio realizado por la Fundación Nacional de Desarrollo (Funde) atrajo la atención de los salvadoreños. Los datos son alarmantes y, por lo tanto, lograron hacer suficiente ruido para ponerle pausa a la campaña electoral, aunque sea por un momento. Según la investigación de Funde, El Salvador posee la tasa más alta del mundo de homicidios en contra de mujeres. Aunque el hallazgo es perturbador, no puedo decir que sea algo que cueste creer. Las salvadoreñas están expuestas a diferentes patrones de victimización que son congruentes con los resultados del estudio.

Indudablemente, las pandillas juegan un rol importante en la victimización de mujeres. Dichos grupos tratan a las mujeres como objetos. Varios reportajes periodísticos han descrito la triste realidad que viven las salvadoreñas en los barrios dominados por las pandillas. Lastimosamente también he conocido historias de lugares en que las pandillas escogen en qué casa del vecindario dormirán y quién dentro de ese hogar se acostará con ellos, sin que nadie pueda hacer algo para evitarlo. Así he oído cómo las familias en algunos municipios de La Libertad, por ejemplo, sufren todos los días pensando si esa noche les tocará a ellos que algún pandillero escoja a la madre o la hija de la casa para que se convierta en su juguete sexual.

A veces no es cuestión de una noche. Algunas jovencitas se convierten en esclavas sexuales permanentes de los pandilleros. Resistirse a los cortejos de los miembros de estos grupos se convierte, en ocasiones, en sentencia de muerte. Algunas mujeres no son asesinadas por el simple hecho de rehusarse; su desprecio propicia una secuencia de eventos y comentarios que terminan convirtiéndola en sospechosa de colaborar con las autoridades o una pandilla contraria.

Sin embargo, los pandilleros no son los únicos que agreden a las mujeres. El abuso y la victimización se da en diferentes contextos e involucra a personas de todos los niveles socioeconómicos. Desde el alto ejecutivo que borracho mató a su esposa de un tiro hasta el campesino que mató a su compañera de vida a machetazos en un ataque de celos. Este tipo de violencia tiene un trasfondo más complejo, ligado a patrones culturales.

La vulnerabilidad y victimización de las mujeres es evidente hasta en las circunstancias más cotidianas. Hace algunos años tuve la oportunidad de participar en una investigación dirigida por Fusades sobre la delincuencia en el transporte público de El Salvador. Los relatos de las usuarias del transporte público fueron espeluznantes. La diferencia entre lo que experimentan las mujeres y los hombres en los autobuses es abrumadora. Las usuarias describieron situaciones que iban desde acoso verbal hasta privación de libertad.

La violencia contra las mujeres no se limita a la operatividad pandillera. El problema es mucho más grave, extenso y complejo. Afecta prácticamente todos los ámbitos y sectores. Es necesario crear abordajes y políticas que ayuden a proteger a las mujeres. El estudio de Funde constituye un buen primer paso para entender mejor la problemática. La realidad que esboza requiere que se desarrollen más investigaciones que ayuden a identificar los elementos críticos y áreas en las que se deben de enfocar las estrategias orientadas a prevenir la violencia contra las mujeres. Afortunadamente sé de muchos académicos serios que están involucrados en proyectos de investigación que tienen este enfoque. Estoy seguro de que su aporte contribuirá a la elaboración de un abordaje técnico de la problemática. Cuando sus resultados sean difundidos, es debemos de escuchar atentos.

Criminólogo

@_carlos_ponce