Los analfabetos modernos

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23 November 2018

Me enteré de manera casual, “por hacerme el bueno” como dice la canción de Bacilos. Vestido de saco y corbata, el pobre cipote parecía tan perdido que no pude menos que ofrecerle ayuda. Lo abordé, me enteré lo que buscaba, lo ubiqué en el edificio y le expliqué lo que tenía que hacer para encontrar el libro que quería. (Tiempos de la Dra. K. Miller). Yo había asumido que era visitante, pero no, era estudiante de la universidad y estaba en quinto año. Ante mi asombro, me aseguró que, en verdad, era la primera vez que entraba a la biblioteca. ¡Nunca había puesto un pie allí y estaba por terminar su carrera de abogado! Yo apenas podía creerlo. ¿Quería ser abogado y ni obligado había entrado a la biblioteca? Fue en la UCA, allá por 1998. No sé cómo le irá a ese profesional, pero yo no lo contrataría jamás como mi abogado.

Desde entonces me he dado a la muy personal pesquisa de estimar lo que las personas leen en la actualidad. Concuerdo con usted, no se necesita ser muy sagaz para tener una idea. En una investigación formal, ante la pregunta “¿cuánto lee usted al año?”, creo que la mayoría de nuestra población respondería: “nada o casi nada”. Casi nada sería el celular: chats, mensajitos y demás redes. Los usuarios frecuentes de estos “medios de comunicación”, no llegan a leer media página, a menos que tenga una buena foto o que el tema les superinterese. Si abren un mensaje —“que tiene muchas letras” como les he oído decir— simplemente pasan a otro. Si son menores de 30 años, puedo apostar, doble contra sencillo, que no leen libros ni periódicos regularmente. Con los menores de 20 años, la apuesta subiría a que nunca ha leído un libro completo y, tal vez, alguna vez ha leído un periódico. Será poco lo que se pueda hacer por ellos. Son la población más susceptible de ser manipulada por quienes manejan la opinión pública a base de campañas de memes y videos, con troles pagados y fines no confesos. Por eso estamos como estamos, creo yo. Hemos negado a nuestros jóvenes el sano ejercicio de la imaginación y de la inteligencia que promueve la lectura.

Será gracias a mi ejercicio profesional, pero puedo expresar en palabras cómo me siento. No necesito aprender el nuevo lenguaje de “emojis” para expresar asombro, tristeza, duda, alegría, sorpresa, enojo, rabia y varias emociones más. Y por mi entrenamiento como psicólogo, suelo acertar las más de las veces cómo se siente la persona con quien interactúo. Aunque me diga verbalmente “bien, por aquí pasándola” o “pues no, eso no es muy importante para mí, tengo un montón de otras cosas en qué pensar”. Los “emojis” vienen a ser la cereza del pastel: los adolescentes ya no tienen que escribir o leer palabras, solo imágenes, como si estuvieran en preescolar aprestándose para la lectura. Esto, creo, es responsable en gran medida de que ahora las mayorías se puedan manejar tan fácilmente a base de emociones y no de razones.

“La democracia es un sistema imperfecto”. Lo ha leído y escuchado usted tantas veces que no voy a desarrollar la idea. Su principal fortaleza es que consulta la opinión de la mayoría porque supone que la mayoría siempre tiene razón. “¡Come pasto, millones de vacas no pueden equivocarse”. LOL!! (lenguaje moderno). Su principal debilidad es que opinión no es lo mismo que discernimiento inteligente de la mayoría. Mire usted cómo le ha ido al Reino Unido con el brexit, a los españoles con la pretendida separación de Cataluña, a Venezuela con sus inalcanzables y supremos sacerdotes Chávez y Maduro. Todos por mayoría.

Lo siento por nosotros, pero creo que estos meses que vienen viviremos la campaña más sucia y rastrera (bajera debí poner) de toda nuestra historia, a pesar de los esfuerzos de algunas instituciones por elevar el nivel del discurso. Para quienes no leen, pan y circo.

“Al que por su gusto muere…” (lo triste es que nos vamos todos en la colada).

Psicólogo