El Salvador se acerca a las elecciones de febrero de 2019 con tantos problemas que pareciera difícil enmarcar la decisión de por quién votar en un número manejable de temas. Sin embargo, aunque muchos de estos problemas se originan en el subdesarrollo del país y han existido por mucho tiempo, hay dos complicaciones que vuelven única esta elección. Primero, los efectos de la mala administración pública que hemos tenido en los últimos tres gobiernos, que incluye problemas de eficiencia y corrupción. La ciudadanía debe asegurarse en las elecciones de que el nuevo gobierno mejore sustancialmente la administración del gobierno en esas dos dimensiones.
Esta mejora, sin embargo, no es la única necesidad que debe buscarse llenar en estas elecciones. La segunda complicación proviene de los cambios que la nueva revolución tecnológica está teniendo en la economía mundial. La nueva economía del conocimiento está creando un mundo en el que los que no se eduquen van a enfrentarse a decrecientes ingresos. Para enfrentar este reto, hay necesidad de reformas fundamentales en al menos tres áreas muy relacionadas: la inversión en capital humano (atención a la infancia temprana, y educación y salud para todas las edades) que debe orientarse a integrar al país a la economía del conocimiento; la recaptura del territorio nacional para eliminar la violencia a través de operaciones policiales combinadas con inversión local en educación, salud, cultura y deportes; y la atracción masiva de inversión local y extranjera orientada no solo a producir trabajo sino a realizar una transferencia tecnológica masiva para elevar el valor agregado de nuestra producción.
Muy resumidas, estas son las necesidades con las que llega El Salvador a sus elecciones, pero no son el tema principal de ellas, el que define su esencia. Esta esencia es la manera en la que el país va a enfrentar estos problemas. Las elecciones ofrecen dos caminos radicalmente diferentes. Uno está basado en las instituciones de la democracia liberal representativa, que dividen el poder en tres ramas y crea pesos y contrapesos para proteger a la sociedad de acciones estúpidas o malintencionadas de los políticos y de sus abusos de poder. Esta es la manera en la que la Constitución organiza el estado en El Salvador.
ARENA, el PDC y el PCN se han manejado dentro de este sistema desde los principios de los Ochenta, y el FMLN desde los Acuerdos de Paz.
Hay otro camino: concentrar el poder en una sola persona mesiánica, liberándola de pesos y contrapesos para que ella tome las decisiones de acuerdo a sus impulsos. Esta posibilidad se presenta como nueva, pero en realidad es solo otra versión de lo que a mediados del siglo pasado se llamaba el “culto a la personalidad”, refiriéndose a caudillos como Mussolini, Stalin, Hitler, Perón, Mao, Somoza, los Castro y similares. Estos caudillos subieron al poder acusando a la democracia liberal de ser la culpable de los problemas que sus países tenían. Cuando tuvieron el poder, lo usaron para eliminar todos los partidos que no eran los de ellos y todos los pesos y contrapesos de las instituciones democráticas. Al hacer esto, eliminaron a todos los que podrían controlarlos a ellos. Así consolidaron tiranías permanentes —igual que Chávez, Ortega y Maduro en nuestros tiempos. Todos los países que cayeron en las garras de estos caudillos fracasaron espectacularmente— la corrupción (que ellos denunciaban) aumentó exponencialmente, la economía se deterioró, y los conflictos sociales y políticos se acentuaron, pasando por, o terminando con, masacres.
Este es el camino es el de GANA, que no está basado en ideas ni programas sino en el mismo servil culto a la personalidad que llevó a todos los caudillos ya mencionados al poder y luego a saltarse todas las instituciones con el pretexto de limpiar al estado pero con el verdadero propósito de establecer una tiranía arbitraria —como en Cuba, Venezuela y Nicaragua.
El primer camino defiende los derechos de los ciudadanos y permite los cambios de rumbo para ajustarse a los cambios de la sociedad. El segundo mete a la sociedad en un túnel oscuro sin derechos ciudadanos, del que no puede salirse sin un alto costo de sangre.
Esta es la disyuntiva que ofrecen las elecciones de febrero de 2019. Cada quien puede votar como quiera. Pero sería bueno que supieran en qué se están metiendo.
Máster en Economía
Northwestern University