De nuevo la violencia, el desorden y la matonería han imperado sobre la razón. Ejemplo: la batalla campal entre miembros del CAM de Santa Tecla y supuestos vendedores informales (¿encapuchados?), exigiendo “su derecho” a vender donde ellos quieren. Tristísimo saldo: una muerte –que se debe investigar y aclarar– y muchos heridos. Otro ejemplo: la caravana de emigrantes que, en algunos casos, ingresan violentamente en los países que deben atravesar, insistiendo en “su derecho” a ser recibidos por los Estados Unidos.
En uno y otro caso, tales “derechos” se originan en tener que alimentar a sus hijos. Todo esto debe hacernos reflexionar sobre cuáles son nuestras perspectivas como país si no corregimos nuestras actitudes. Veamos...
Emigrar, irse de su propio país si así se desea y por lo que sea, es un derecho. Otra cosa es que otro país, al cual no se pertenece, tenga la obligación de recibirlo.
¿Y los vendedores informales? Para alimentar a sus hijos deben trabajar, pero dentro de los límites establecidos, sin atentar contra el derecho de otros, afectando a negocios formales o impidiendo que los ciudadanos circulen normalmente para realizar sus actividades, porque los demás también tienen familias que alimentar y obligaciones que cumplir.
Entonces, en lugar de alentar las acciones ilegales de grupos que pretenden derechos que no tienen, es importante hacerles ver lo imperativo que es, para su propio bien y el de sus hijos, que haya respeto a la legalidad. Tanto en el caso de los emigrantes como en el de los vendedores, si todos actúan en orden, las cosas pueden ir cambiando para bien.
Porque muchos de los emigrantes aducen, para irse, la falta de empleos. Eso se debe, precisamente, porque somos un país anárquico, donde las leyes se violan impunemente, donde las personas reaccionan siempre con altanería y violencia. Los demócratas y la prensa de izquierda estadounidenses han hecho creer a los emigrantes que serán bienvenidos, pero no será así, porque los estadounidenses son ciudadanos de ley y orden y no permitirán que eso cambie, tolerando la ilegalidad. Desafortunadamente, los indocumentados, precisamente por serlo, estarán delinquiendo.
Y, ¿quién se anima a invertir y crear fuentes de empleo ante un espectáculo de terror, como el de Santa Tecla? ¿Quién, cuando en cualquier parte de nuestro país puede verse en medio de un caos semejante? Sin embargo, en el caso de los vendedores tecleños (o de cualquier otra ciudad) habría solución, con solo tener paciencia: si se establecen en el sitio permitido posiblemente dejarían de vender un par de días, pero los compradores después irían a buscarles a donde estén, porque necesitan sus productos. Pero, si a las primeras veinticuatro horas ya arman problemas por reinstalarse en los sitios prohibidos, nunca tendremos ciudades ordenadas ni empresarios y emprendedores ansiosos por invertir, ni empleos para que los salvadoreños no tengan que emigrar.
Thomas Friedman decía recientemente, en un programa en CNN, que ahora los países deben clasificarse en países ordenados y países desordenados; los ordenados, se desarrollarán y tendrán poblaciones sanas, educadas, productivas y felices. Los desordenados, no. Clarísimo.
Entendamos: mientras no haya Estado de Derecho habrá emigración y desempleo.
El alcalde D’Aubuisson ha trabajado incansablemente por hacer de Santa Tecla un municipio ordenado y moderno. Ojalá que ese esfuerzo no se venga abajo, por las “manos peludas” que por allí se asoman.
Empresaria