Candidato perdedor

descripción de la imagen

Por

16 November 2018

Pregunta de Paes para los cuatro candidatos presidenciales: cuatro personas compiten en una elección representando a cuatro colores distintos: marrón, menta, salmón y magenta. Solo uno puede ganar ¿Cuál es la probabilidad que gane el color… (escoja el que guste)? Tic, tac, tic, tac, ¡tiempo! ¿Les “soplo” la respuesta?, ¼ o 2 5 %. Vale decir que, suponiendo condiciones iguales para todos, cada uno de los candidatos tiene más probabilidades de perder (75 %) que de ganar (25 %). Con tantas probabilidades de perder como tiene usted, estimado candidato, ya se preguntó ¿qué hará cuando pierda?

Nadie de sus equipos le hará esta pregunta, señor candidato, pues ellos están contratados para hacerle creer que usted es el mejor de todos, el ganador seguro en esta contienda. Ganará –le dicen– no solo porque usted es la mera mengambrea, la nana de Tarzán, el iluminado, sino también porque solo su partido defiende los valores del pueblo salvadoreño, es el único que sabrá hacer de éste un mejor país para todos. ¿Ve cómo no cuesta nada repetir lo que ha venido escuchando estos últimos meses? Desde luego, con las cantidades que debe estar pagando a sus asesores de campaña ellos tienen que adornar, aderezar y envolverle este mensaje con números de encuestas, con segmentación de público meta, con estrategias de campaña, con notas de lo que hacen y dicen los otros candidatos, con un sistema de información que incluye esto, lo otro y lo de más allá. Ellos tienen que hacerlo sentir joven, guapo, fuerte, inteligente, atractivo, con pegue: “ni te aflijás –le dicen– tenemos la mejor campaña, vamos a ganar”. A fin de cuentas, usted les paga para que le digan lo que usted quiere oír.

Por eso yo me permito hacerle una pequeña recomendación. Escoja a tres asesores de su absoluta confianza, de quienes sabe que no contarán nada a los demás. Le digo más: escoja uno que sea inteligente, no importa si también soñador; otro que sea vivo, “con experiencia en el negocio”; escoja también uno que sea tonto; así todos se sentirán representados. Cuide, por favor, que no sean amigos sino subalternos suyos: prefiero que pierda un colaborador y no un amigo. Cuando pierda, verá que le quedarán muy pocos. Sepárelos del resto, pídales que apaguen y dejen sus celulares en una canasta que para tal fin habrá dispuesto a la entrada del recinto donde los reúna, uno que no tenga micrófonos ocultos. Hágalos sentar a una mesa baja de sillones cómodos y cambie su tono. Haga lo posible por parecer líder genuino, de los que son respetados y, por ello, obedecidos. Dígales al inicio cosas bonitas que les eleve la autoestima (así como ellos hacen con usted); a continuación, baje su voz a volumen apenas audible, échese ligeramente hacia adelante en su silla y hábleles gravemente: “Voy a encomendarles la misión más difícil de todas, no la pueden compartir con nadie (¡con nadie!, repita enfático), ustedes tres me van a sugerir qué es lo que tengo que hacer después, si perdemos. Quiero que piensen lo que más convendría al partido (para eso el vivo con experiencia), lo que más nos convendría a nosotros (el corto de miras) y lo que más convendría al país (el inteligente). Tienen una semana para cumplir con esta misión. Repito, no lo pueden comentar con nadie. ¿Alguna duda? Una sola indicación: sean sinceros. ¡A trabajar!”.

No le gustará lo que le dirán, pero tómese un momento a solas para sopesar las recomendaciones. Puede que saque fuerzas de flaquezas y se convierta en un candidato veramente popular, de arrastre. Por una noche, sea humilde y considérese perdedor. Le ayudará a poner los pies en la tierra, a moderar su discurso, a no ofender ni amenazar, a conectarse con la gente, que somos todos. Se relacionará de otra manera con los demás candidatos. Pregúntese, si es otro quien vence ¿cómo incidiré en mi partido para ayudarle a gobernar exitosamente? Nosotros se lo agradeceríamos. Lo que queremos es un país bien gobernado no un ego inflado por cinco años.

Sicólogo