Todavía no ha tomado posesión pero Andrés Manuel López Obrador, también conocido como AMLO, ya tomó medidas que se calcula que le bajarán dos puntos porcentuales por año a la tasa de crecimiento de México. En este momento está por implementar otras medidas que bajarán el crecimiento todavía más y que pueden volverlo negativo.
La primera de estas acciones fue la cancelación de la obra más grande infraestructura que se estaba llevando a cabo en el país: el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México. Nadie puede negar la necesidad de un nuevo aeropuerto para la ciudad, un gigante industrial y comercial de más de 20 millones de habitantes en su área metropolitana y hogar para el 20 % de la población mexicana, uno de los grandes destinos turísticos y económicos de los países en desarrollo. El aeropuerto actual, el Benito Juárez, además de ser peligroso (los aviones pasan sobre la ciudad al ir aterrizando) ya no da abasto y no puede expandirse de una manera segura para los aviones.
La localización del nuevo aeropuerto había sido seleccionada técnicamente. El proyecto había sido diseñado por Sir Norman Foster, uno de los arquitectos más famosos del mundo. Los contratos habían sido asignados, las construcciones habían comenzado hace tres años y ya se podían ver saliendo de la tierra.
Pero AMLO falsamente decidió que el pueblo debía decidir si se hacía o no el aeropuerto, e hizo un referéndum en el que menos de 800,000 ciudadanos votaron por cancelarlo. Esta cifra representa menos del uno por ciento de los votantes registrados en México (89 millones). AMLO canceló el aeropuerto.
Esto, por supuesto, no cancela la deuda de 6,500 millones de dólares que México había contratado para hacer el aeropuerto y que se iba a pagar con impuestos cobrados a los viajeros durante la operación del aeropuerto mismo, ni muchos de los contratos que ya se habían perfeccionado para construir el aeropuerto entero, cuyo costo total era de 13,000 millones de dólares. Es decir, México tendrá que pagar una cantidad entre 6,500 y 13,000 millones de dólares sin tener los ingresos para pagarlos. Tendrá que sacar el dinero disminuyendo otras inversiones públicas. Además de esto, tendrá que pagar un nuevo aeropuerto o la expansión de varios. Los ingresos de esos aeropuertos se usarán para pagar sus propias deudas, no las del que ha quedado como ruinas sin uso.
Luego, después de que AMLO prometió que no cambiaría las regulaciones bancarias, su partido anunció que va a prohibir una serie de comisiones cobradas por los bancos, que representan el 17 % del ingreso neto de éstos. La rentabilidad del sistema bancario, ahora en línea con lo normal en los mercados internacionales, se va a desplomar.
Y AMLO ya está anunciando otro referéndum para ver si se termina o no una red ferrocarrilera que iba a unir varios sitios turísticos.
Todas estas acciones están teniendo un efecto letal en las inversiones en México. Ya se han traducido en la devaluación acelerada de la moneda, lo que ha causado aumentos sustanciales en las tasas de interés, en la tasa de inflación y en el peso de la deuda denominada en dólares (porque los ingresos para pagarla están denominados en pesos). Todos estos efectos dañan la inversión doméstica y extranjera. El peor efecto es el espectáculo de irresponsabilidad y populismo que AMLO está dando y su total desprecio por los factores que determinan el crecimiento de la economía mexicana.
Sin duda, va a llegar el momento el que la euforia destructiva de AMLO, dirigida a satisfacer la envidia de los que no pueden ver progreso sin sentir rabia, va a terminarse. Lo que va a quedar son ruinas visibles, como las del aeropuerto, e invisibles, como las de los miles de proyectos que no se van ni a empezar. Pero la gente no va a ligar las dos y se preguntará por qué no hay crecimiento, por qué no hay empleos y por qué la inversión se ha desplomado. Es lo mismo que muchos se preguntan en El Salvador después de dos períodos en los que el FMLN ha destruido sistemáticamente las fuentes de crecimiento del país a través de acciones tan insensatas como las de AMLO. Si uno espanta a los inversionistas, éstos no llegan y el crecimiento se detiene.
Máster en Economía
Northwestern University