La pupusa es una comida típica salvadoreña que se ha extendido por el mundo. Extranjero que saborea este “alimento de dioses” se enamora de este país centroamericano. Este es una tortilla de maíz rellena de ingredientes como frijoles, chicharrón o queso, y en el último tiempo las especialidades se han diversificado. Incluso ha ganado un premio Guinness Record, a la pupusa más grande del mundo (4 metros de diámetro). Cada país tiene gama de alimentos identitarios, la pupusa es en esencia “el maná” salvadoreño.
Pero, ¿qué sucede al salvadoreño cuando en su fin de semana se abstiene de este alimento? Esto sí no es de Dios, broma en serio, lo que voy a describirle es real, consultando a fuentes de respeto: cuando dejamos de comer pupusas hay un fuerte impacto al timo, que es la glándula de la felicidad, y el cerebro tiene una razón para no producir oxitocina, que es la hormona de las satisfacciones. La pupusa nos produce satisfacciones únicas.
Por si eso fuera poco, hay una pequeña economía que deja de moverse; en promedio una persona consume cuando menos 16 pupusas en un mes, si no más; esto implica que dejó de invertir un aproximado de ocho dólares, sin poner el chocolate u otra bebida con la que usualmente acompaña. La señora pupusera de la esquina — porque pupuserías hay una por cuadra— resintió en sus ingresos un consumidor menos.
En términos calóricos y nutricionales, según las nutricionistas Blanca Moya y Yanira Calderón, una pupusa de maíz nos aporta de 300 a 350 calorías, eso dependerá de sus ingredientes, o sea, comer un par de pupusas es más que suficientes carbohidratos para su cuerpo.
Yanira Calderón, que labora en un importante organismo, nos sugiere que por salud se consuma el típico platillo en fin de semana, y además considerar pupusas con mayor cantidad de hierbas, es decir, mora, chipilín, albahaca y otros sabores emergentes porque esas llevaran hierro a nuestro cuerpo. Sean de masa de maíz o arroz y los rellenos que sean, son ricas en nutrientes y calorías. Cuando deja de consumirlas, usted se priva de una fuerte dosis de elementos esenciales.
Por cultura, las pupusas cohesionan indistintamente el sabor, aunque de acuerdo con las expertas, las más consumidas son las revueltas, de chicharrón y de queso con frijol. Las pupusas nos unen como familias, amigos y compañeros. La gente que deja de consumir este alimento típico, por cualquier razón, casi siempre por ausencia, sufre de melancolía y añoranza a la interacción que se propicia en torno de la pupusa. Es el sabor que no se olvida, que se sueña, que se añora. Lo dice cualquier compatriota en cualquier parte del mundo.
Este es el alimento que tiene “permiso” de consumirse con o sin lavarse las manos, con los dedos, y con un menjurje llamado curtido; eso implica que cuando come pupusas puede rebelarse y no pasa nada.
Hay mucho qué decir en torno a la pupusa más allá de sus orígenes, pero en broma o en serio, el promedio de los salvadoreños son impactados, desde diferentes aristas si dejan de consumir este calórico y melancólico platillo, que no solo tiene una fecha nacional sino un lugar especial en cada hogar.
Periodista especializada
en turismo y desarrollo local