No tienen pena de mostrar que solo les importan sus intereses

Fue patético ver el miércoles cómo los diputados oficialistas y sus aliados mostraron resistencia a la votación que se inició para resolver de una vez por todas ese impasse para nombrar magistrados de la Corte Suprema.

descripción de la imagen

Por

05 November 2018

El bloqueo del oficialismo y sus aliados a la elección de magistrados de la Corte Suprema de Justicia, en especial de la Sala de lo Constitucional, solo es una muestra más de que El Salvador está en manos de grupos que anteponen sus intereses a los del país y que no les pesa pasar por sobre la Constitución que ellos mismos juraron cumplir.

Fue patético ver el miércoles cómo estos diputados mostraron resistencia a la votación que se inició para resolver de una vez por todas ese impasse y cómo uno de ellos trató de dilatar con una leguleyada que el presidente del Legislativo se tomó el tiempo de corregirle.

A los diputados oficialistas y a sus incondicionales no les importó el estar expuestos por televisión ante la ciudadanía y el saber que quedan como mezquinos e irresponsables, pero, sobre todo, que frenan uno de los principales motores en la defensa de los derechos de los salvadoreños y en la lucha contra la corrupción.

La falta de la Sala de lo Constitucional solo lleva a anular los pesos y contrapesos institucionales tan necesarios en una democracia. Sin ella, cualquier grupo puede perpetrar atropellos como hacerse con el Poder Judicial, la Fuerza Armada y el Ejecutivo y realizar elecciones sin una Sala independiente se presta para perpetrar un monumental fraude.

Como decíamos, estos diputados juraron cumplir con la Constitución y hacerla cumplir, pero evidentemente piensan que solo es un conjunto de normas que se invocan cuando les conviene y se desconoce o se pisotea cuando no les conviene, leyes elásticas que solo pueden concebirse en una nación que ha caído en el desorden.

El Salvador no puede estar como rehén en manos de grupos que usan las leyes a su antojo, como las pandillas que someten a colonias y barrios enteros.

Quieren mantener hundido al país

¿Por qué estos grupos frenan de esa manera el desarrollo del país? ¿Por qué buscan que sigamos en la miseria y el abandono por el cual están emigrando miles en caravanas o por su cuenta cada día?

Si no hubiera esta clase de problemas y presiones, primero la guerra, el socialismo del Siglo XXI, la impunidad y la corrupción en los gobiernos, El Salvador pudo haberse convertido en un pequeño Hong Kong, un país productivo, vigoroso, líder en la región y el Hemisferio. En un tiempo, en los años 70, nos llamaron “el Japón de Centroamérica”.

No creemos que la prosperidad de unos se labra a costa de la prosperidad de otros, que para que una nación sea fuerte necesita debilitar o aplastar a sus vecinos, una especie de “mercantilismo” que se demostró falso por el florecimiento económico de Inglaterra en el siglo XVIII; el comercio libre beneficia a ambas partes, como el desarrollo de un país, a menos que se trate de la explotación de minas como los belgas en el Congo durante muchas décadas.

Pongamos el caso de la Unión Europea: la política común es procurar el bienestar de todos los miembros, pues solo así se fortalece la Comunidad. Y esto lo vemos en nuestras comunidades: cuando todos progresan hay menos lugar para rencillas y lo que es común a los residentes va en beneficio de cada uno de ellos cuando no hay gente o familias a la zaga.

Hay dos interesantes casos que deben aleccionarnos: el caso de Hong Kong y el de Macao, dos territorios libres que, en cierta forma siguen libres, pero con dos enormes diferencias: en Hong Kong la libertad es para todos, lo que ha generado una prosperidad que beneficia al mundo; en Macao las mafias del juego luchan entre sí, escenifican batallas con muertos en la calle y por doquier, envician a gente de toda Asia. Es la consecuencia de caer en poder de grupos, cualesquiera que sea su naturaleza, con intereses malévolos.