Desde principios de octubre, miles de centroamericanos, principalmente de Honduras, partieron hacia Estados Unidos organizados en caravanas, alegando que huyen de la violencia de las pandillas y que planean buscar asilo al llegar a la frontera de Estados Unidos. Este fenómeno que ha despertado debates periodísticos, políticos y académicos aún no se detiene; en nuestro país el fin de semana pasado partió un grupo de personas hacia el país del Norte y el 31 de octubre salió otro.
Este éxodo masivo de personas hacia EE. UU. es realmente la caravana del fracaso. Refleja el descalabro social, económico y político que existe en los países cuyos ciudadanos integran esta marcha. Si las políticas públicas de Honduras y El Salvador tuvieran un logro real no veríamos tristemente cómo estas personas arriesgan sus vidas en esta quimera que difícilmente culminara en un feliz destino.
Se dice que son financiados políticamente para desprestigiar al gobierno que preside Donald Trump, sea o no cierto. Si nuestros países tuvieran un índice de desarrollo humano alto, si las oportunidades de estudio, trabajo y de un crecimiento económico para las familias fuera óptimo, indudablemente que estas personas no se prestarían a esta descabellada marcha.
Indigna enormemente cómo políticos de nuestro país y extranjeros y varios medios de comunicación centran su atención en las declaraciones del presidente norteamericano, colocándolo como el culpable de lo que les pueda suceder a los migrantes. EE. UU., como todo país, tiene leyes migratorias y hay que cumplirlas… no podemos imponer por la fuerza nuestra voluntad, no debe caracterizarnos esa anarquía de irrespeto a las leyes muy común en nuestras sociedades latinoamericanas.
Los mensajes de las autoridades estadounidenses son tajantes: “Nuestro mensaje es simple: no vamos a permitir que grandes grupos entren a Estados Unidos de manera no segura y fuera de la ley”, dijo en una rueda de prensa Kevin McAleenan, comisionado de Aduanas y Protección Fronteriza de EE. UU. “Cualquier persona que entre al país sin documentos será detenida y procesada por las leyes de Estados Unidos”, advirtió McAleenan.
El Pentágono anunció el lunes el despliegue de 5,200 soldados en la frontera con México De ese contingente, 800 uniformados ya están de camino a Texas y el resto llegarán a finales de semana. Los militares, que irán armados, se suman a los 2,092 miembros de la Guardia Nacional, la unidad de reserva del Ejército, que fueron enviados el pasado abril por Trump cuando otra caravana de migrantes avanzaba hacia EE. UU.
También el presidente Trump advirtió de que cortaría la ayuda exterior a países centroamericanos por no detener el dramático periplo de los migrantes en sus fronteras. Es imprescindible recalcar que esto no ha sido exclusivo del actual presidente. Los dos últimos predecesores de Trump, el demócrata Barack Obama y el republicano George W. Bush, autorizaron el despliegue en la frontera de la Guardia Nacional, que depende de cada Estado, tras repuntes en las llegadas de inmigrantes indocumentados.
Los reservistas dieron apoyo logístico a la guardia fronteriza, que vigila los más de 3,000 kilómetros de separación entre EE. UU. y México. Bush envió en 2006 a unos 6,000 efectivos de la Guardia Nacional, mientras Obama mandó en 2010 a 1,200. El objetivo de ambos era que ayudaran en la detención de inmigrantes que cruzaran ilegalmente la frontera y en la captura de drogas transportadas desde México.
La caravana de migrantes, como lo mencioné al inicio, es el fruto de la decrepitud de nuestros gobernantes… quienes giran su vista ante esta calamidad y únicamente se interesan por su bienestar personal y partidario, pensando únicamente en su reelección.
Analista político y escritor