Funes, el mismo que prometió el “cambio” a los salvadoreños y no dudó en huir hacia Nicaragua al ver que era investigado por corrupción, ha sido acusado de comprar la voluntad del exfiscal general Luis Martínez.
“Hechor y consentidor tienen igual pena”, dice la sabiduría popular, pero acá solo uno está tras las rejas y siendo procesado porque quien supuestamente lo sedujo fue aconsejado por el partido oficial de irse a refugiar a Nicaragua y escapar así del brazo de la justicia.
La Fiscalía acusa a Funes del saqueo de 351 millones de dólares durante ese primer gobierno del FMLN, a lo cual se agregan los nuevos cargos de supuestamente corromper a Martínez con 720 mil dólares y la entrega de cinco vehículos.
Para muchos, solo así se podría explicar por qué no avanzaron investigaciones clave como la de la represa El Chaparral, por la cual se le pagaron 108.5 millones de dólares a una empresa italiana pese a que dejó tirada la obra mediante un “arreglo” que Funes defendió vigorosamente en aquel momento.
El expediente de investigación de El Chaparral fue encontrado celosamente engavetado en el despacho del Fiscal, según reveló el actual jefe del Ministerio Público, Douglas Meléndez, tras la salida de su antecesor.
La Fiscalía dice además que Martínez hizo 92 viajes en el avión de Rais, quien está prófugo y le hizo un “préstamo” por 100 mil dólares y le habría entregado cuatro autos más.
El caso está en proceso y aún no hay condenas, pero la Fiscalía enfatiza en la señalada compra de voluntades porque es obvio que nadie puede saquear al país o dependencias públicas sin fabricarse paraguas que lo cubran, como redes de cómplices y artilugios, entre ellos la destrucción de documentos comprometedores o negar el acceso a registros. Por ello se dice que la luz es lo que mata microbios y patógenos de toda clase.
Viajes, compras, banquetes, vacaciones, se pagan con tarjetas que el ministerio o dependencia paga, o que el corruptor cubre en una u otra manera...
No quieren la denuncia, verse
descubiertos, no quieren la luz...
No es fácil erradicar la corrupción, y las muchas admoniciones bíblicas y pasajes históricos lo reseñan y nuestro país no fue excepción, como lo demuestra una vieja frase de “cabal, dijo Varela”, la de un funcionario a quien le revisaron las cuentas y resultó con un faltante x; sí, dijo el pícaro, “cabal lo que me embolsé...”.
Pero con los saqueadores de hoy ni ellos mismos tienen idea de los montos robados al mover dineros de un lado a otro, usar cuentas en el exterior, mandar bolsas a Brasil u otros países, meter los billetes en un barril y enterrarlo, como los piratas de antes, precursores de los corruptos de hoy.
Los pícaros de hoy en día son maestros en el arte de robar bienes públicos y despotricar en las redes sociales como almas inmaculadas.
Cuando hablamos de la luz como el más efectivo agente antipatógeno pensamos también en algo de decisiva importancia para erradicar la corrupción, el saqueo de bienes estatales: es el ojo de todos, y la posibilidad de denunciar corrupción, que se combate este flagelo.
Y esa es la razón por la cual los regímenes autoritarios, los corruptos, persiguen la libre expresión. No hay kleptocracia o dictadura que conviva con órganos informativos independientes. De allí los atropellos y los troles y las amenazas en este suelo contra periodistas, editores y diarios: les molestan sobremanera, los desvelan, les provocan accesos de rabia y ansiedad...