La inmortalidad de las posturas valientes

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31 October 2018

La situación en el país es difícil. Los problemas que aquejan a los salvadoreños son graves y las deficiencias y abusos del estado son indignantemente abundantes. Las quejas en las redes sociales, como es de esperarse, son constantes y cada vez más fuertes. Sin embargo, son pocas las personas que están dispuestas a dejar la relativa anonimidad, comodidad y distancia de comentar o reenviar mensajes en línea, para participar en movimientos y organizaciones involucradas en actividades más visibles y contundentes, especialmente cuando esto implica ganarse poderosos enemigos dispuestos a los más cobardes ataques. Lamentablemente, hace unos días falleció Arnoldo Jiménez, uno de los pocos ciudadanos que ha tenido la valentía de abandonar la comodidad de criticar a la distancia y dar la cara al frente de entidades que abogan por seguridad, prosperidad y libertad en El Salvador.

Conocí a Arnoldo hace muchos años, cuando fue mi catedrático en la Escuela Superior de Economía y Negocios (ESEN). El estilo de cada profesor universitario deja huella, de una forma u otra, en sus estudiantes. La energía que caracterizaba la forma en que Arnoldo impartía las clases, indudablemente marcó el primer año de universidad de sus alumnos. La pasión con la que hablaba de la realidad empresarial salvadoreña y diagramaba sus ideas en la pizarra, eran cautivantes. Gracias a él, cientos de estudiantes tuvimos la oportunidad de conocer y cuestionar las perspectivas e ideas de las figuras más destacadas del sector privado en la época de la posguerra. Siempre fomentó el debate de ideas y el diálogo entre personas con diferentes puntos de vista.

Tuve el gusto de coincidir con Arnoldo otra vez después de la universidad. Recuerdo su interés por conocer el punto de vista técnico sobre los problemas de seguridad pública y delincuencia que afectan al país. Arnoldo, fiel a la actitud crítica que fomentó entre sus alumnos de la ESEN, siempre buscó soluciones técnicas a las crisis que enfrentan los salvadoreños. Nunca escondió que estaba fervientemente convencido de que los ciudadanos tenemos la responsabilidad y el deber de organizarnos y pelear por el futuro de El Salvador, denunciando a los malos funcionarios y rechazando las iniciativas motivadas por intereses partidarios.

Sin duda, su voz fue incómoda para muchos. Las palabras de Arnoldo amenazaban la consecución de los objetivos de los políticos que iban en detrimento del bienestar y progreso del país. Después de su fallecimiento, el recuerdo de sus valientes posturas tiene el mismo efecto que cuando las planteaba en vida. Siguen siendo incómodas para los que sobreponen sus mezquinos intereses sobre los de la ciudadanía. Era de esperarse que estas personas tuvieran la bajeza de atacar a Arnoldo después de fallecer, sin tener empatía por el doloroso momento que atraviesan sus familiares y amigos. La cobardía con que lanzan insultos es repugnante, pero, al mismo tiempo, inmortaliza las valientes posiciones que Arnoldo expresó en vida.

No viralicemos la cobardía y falta de empatía de la que están empapados los insultos contra Arnoldo. El odio, los agravios y la descalificación deben de dejar de ser la forma en que demos tratamiento a los que piensan distinto, por mucho que difieran sus posiciones de las nuestras. Mejor repliquemos el ejemplo que nos dejó Arnoldo de discutir los temas de país dejando las emociones a un lado, concentrándonos en escuchar y analizar argumentos objetivos y sustentados en criterios técnicos. Muchos malos políticos se esmeran por desviar el debate de las propuestas concretas, recurriendo a tácticas cobardes que buscan propagar odio, división e insultos. Aunque puede resultar seductor involucrarse en ese tipo de intercambios, es necesario permanecer unidos y anclados en la racionalidad, todos exigiendo propuestas a los candidatos, evaluándolos y reclamándoles según su factibilidad y fundamento.

Criminólogo

@_carlos_ponce