Carlos Manuel Echeverría Esquivel
Comento La Nota del Día del 22 de octubre del presente año, “Costa Rica sufre las consecuencias del benefactorismo”. Realiza aquélla un análisis del modelo de Estado costarricense, cuyos logros se reflejan en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, en el que Costa Rica ocupa un lugar privilegiado a nivel mundial.
La política que llama “benefactora” no lo es en ningún sentido. En el diccionario, benefactor se define como “que hace un bien o presta una ayuda a otra u otras personas de manera desinteresada”.
La política social costarricense tiene sus raíces en la colonia, luego en los tiempos de la Federación Centroamericana y posteriormente a la fecha en los tiempos de la República, reconocida como una de las más sólidas democracias del mundo, desarmada además. Es sin duda desarrollista, entendiendo el desarrollo como un esquema de organización socioeconómico y político que fomenta la producción sostenible y sostenida, en democracia y libertad, poniendo énfasis en la distribución social del ingreso.
El modelo político y socioeconómico costarricense —la realidad es holística, todo está ligado— de raíces antiguas como ya se mencionó, se consolidó a partir de los avances en política social de los años 1940 y luego en los años 1950, con base en ideas progresistas de la época pero vigentes hoy en día, promovidas por nuestro Benemérito de la Patria, don José Figueres. Este modelo, reafirmando los logros en los años 1940, privilegió una política social, mezcla de asistencialismo y creación de oportunidades, que facilitó un progreso social no visto en Centroamérica y poco en los países en vías de desarrollo, lo que hoy se refleja en los mencionados indicadores y en una economía diversificada, tendiente a actividades de mayor valor agregado y tecnologías de punta.
El modelo no es perfecto y tiene dificultades que por excesos y descuidos se han presentado, pero que hoy reciben, en democracia y sin peligro de que ésta se mancille, la atención urgente e inmediata requerida. Nadie en su sano juicio está hablando de desmantelar el modelo, que claramente requiere revisión, corrección y un gran esfuerzo para mejorar su efectividad.
El país crece a 3 %, lo que no es malo en América Latina y en un país con un PIB cercano a los 60 mil millones de US$, cerca de 12 mil US$ per cápita. El modelo de desarrollo seguido, nunca de “benefactorismo” improvisado, ha jugado un papel vital en los logros del país y en darle facilidades a un esquema de convivencia pacífica y de respeto de los Derechos Humanos, que registra, lamentablemente, entre 2 y 3 asesinatos diarios, la mayor parte vinculados a disputas territoriales entre narco bandas, al ser Costa Rica un país de paso, del narcotráfico. El país tiene una emigración mínima y más bien es receptor de inmigrantes, de diversas latitudes, la mayor parte provenientes de Nicaragua. A todos, sin distingo de credo político, se les atiende y se les regulariza, dándoles acceso a la seguridad social y educación costarricense.
Por último, decir que en Costa Rica hay ejército es temerario. Ciertamente hay una fuerza pública de carácter policial, pero no hay casta militar, los rangos y símbolos militares son mínimos y temporales, la capacitación de las fuerzas policiales no tiene que ver con la capacitación militar y no existe el armamento pesado ni la logística característica de un ejército; no hay cultura de tal en la sociedad costarricense, que más bien ha utilizado recursos que en otras latitudes se invierten en el ejército, en fortalecer la educación integralmente.
Actualmente se debate un proyecto de ley de carácter fiscal y de recorte de gastos en el sector público, que cuenta con el apoyo de una gran parte de la ciudadanía, incluyendo el sector empresarial. Se ha dado una huelga de rechazo del mencionado proyecto por parte de sector laboral público, con algunos lunares en cuanto a las tácticas seguidas, pero que no ha pasado a más.
Es recomendable, como lo hacen muchos países y centros de estudio, el analizar el modelo de desarrollo costarricense y aleccionarse de sus aciertos y errores; los aciertos son muchos más.
Exembajador de Costa Rica en El Salvador