Romero asciende a los altares de la fe católica

Guía espiritual indiscutible y ahora elevado a la máxima categoría de la fe cristiana. El Vaticano se tiñó de azul y blanco y llenó de esperanza, por la paz y la unidad en nuestro país, a los miles de compatriotas que acudieron al histórico evento en Roma.

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Un fiel sostiene una foto del arzobispo de El Salvador, Oscar Romero, antes de una misa por su canonización en la Plaza de San Pedro en el Vaticano. Foto AFP/ Filippo MONTEFORTE

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14 October 2018

El Salvador pareció conquistar Roma en cuestión de días. El azul y blanco que simbolizan la identidad nacional, más la estampa del ahora San Romero, aparecían por doquier en la congestionada capital italiana; y no era para menos, los millares de salvadoreños que llegaron desde el terruño y de otras latitudes del planeta tenían una sola voz: honrar al mártir, defensor de derechos humanos y figura clave de nuestro proceso histórico, social y religioso.

Para ello, cualquier sacrificio es minúsculo. Los connacionales empezaron a llenar, desde la madrugada del domingo, el lateral sur en exteriores de los muros vaticanos, concentrándose en una sólida masa de millares de almas que orgullosos inundaba de alegría una calle por cuadras y cuadras antes de que se abrieran las puertas de la emblemática Plaza de San Pedro.

Marvin Velásquez llegó desde Santa Rosa de Lima, La Unión, junto a Maximiliano Umanzor y Geraldina Soto, miembros de la parroquia de Pasaquina en La Unión; los tres lograron pasar sin problema los controles de seguridad en los primeros grupos que ingresaron a la plaza de San Pedro, cuando apenas comenzaban a asomar los primeros rayos de sol de una mañana de otoño en Roma. “Estamos muy emocionados por esta gran celebración de canonizar a nuestro Santo, el Santo de América, Monseñor Romero, y venimos de diferentes parroquias de América; esperamos que este evento sea de mucha bendición para nuestro país y pedimos para la paz para nuestro amado El Salvador”, comentó Marvin Velásquez.

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En la solemne misa, el Papa Francisco llamó a unos 30 mil feligreses concentrados a los pies de la Basílica de San Pedro a ver con detenimiento la vida del obispo Romero y de los otros seis santos que llegan a los altares, cuyo vínculo común es el amor al prójimo y el desprendimiento de lo material por una vida plena.

El pontífice reflexionó en su homilía que tanto Pablo VI, quien concluyó el Concilio Vaticano II para transformar el rol de la Iglesia y la doctrina, el obispo Romero y los otros católicos canonizados este domingo, hicieron del Evangelio una vía de transformación espiritual.

“Es hermoso que junto a él (Pablo VI) y los demás santos y santas de hoy se encuentre Monseñor Romero, quien dejó la seguridad del mundo, incluso su propia incolumidad, para entregar su vida según el Evangelio, cercano a los pobres y a su gente, con el corazón magnetizado por Jesús y sus hermanos”, dijo el Sumo Pontífice al referirse al primer santo salvadoreño.

Agregaba que Romero no es el vínculo divisorio por el que algunos sectores han querido formar de él, más bien es una síntesis de nuestra deuda de unidad como pueblo salvadoreño, “no era una figura política, era una figura polémica por su forma de vivir el Evangelio”, aseguraba el sacerdote salvadoreño.

Alexandra Reyes, una joven capitalina que se congrega en la Parroquia de la Transfiguración, considera que la nota distintiva de este acontecimiento ha sido que el Vaticano reconoció la santidad de monseñor Óscar Arnulfo Romero.

Reyes no oculta la emoción y el orgullo que le da estar presente junto a cuatro de sus amigos en este evento único. Al igual que los miles de peregrinos, tuvo que madrugar para tratar de estar lo más cerca posible del altar desde donde el Papa Francisco santificó a los 7 beatos.

Las Hermanas Mercedarias del Santísimo Sacramento también asistieron. Varias de ellas estuvieron atentas frente al templete papal instalado en las escalinatas de la Basílica, construida durante el renacimiento italiano, hace 500 años.

La hermana Karla, de esta congregación, aprovechó para saludar también a los padres de familia y alumnos del Colegio Eucarístico regentado por la orden religiosa.

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Por instructivos de la Santa Sede se pidió que, durante la ceremonia del oficio eucarístico, los asistentes se abstuvieran de hondear banderas; los miles de compatriotas siguieron la instrucción, pero el azul y blanco ya había conquistado la simbólica plaza del corazón católico del planeta.

Minutos después de finalizada la eucaristía, las banderas ondearon en la plaza de San Pedro y la familia Rivas, receptora del milagro por el que Romero fue elevado a los altares, saludó al Papa y le entregó el cuadro con el rostro del obispo mártir que un grupo de escolares elaboró a base de huellas multicolor.