Ante las demandas que enfrenta el candidato móvil, el señor Andrés Rovira preguntó: “¿A qué le tienen miedo?”; también el Sr. Juan José Martell, cuando consideraba que el tránsfuga sería su carta ganadora, afirmó: “¡Cuánto miedo, cuánta desesperación! Que nos derroten en las urnas”, sin sospechar que el celeste abandonaría el CD tambaleante y se abalanzó a GANA, que lo recibió encantado, sin imaginarse que el costo del maridaje sería perder nombre y color naranja, para sustituirlos por la golondrina celeste.
¿A qué le tenemos miedo? Al voto ignorante, que ingenuamente cree las mentiras disfrazadas de verdades; al voto visceral de los hartos de los partidos tradicionales, que los castigarán negándoles el voto, sin analizar a un nuevo candidato; y al voto joven, que actúa como adolescente, carece de memoria histórica, y decide apoyar a otro adolescente irreverente, que está contra todo, critica todo, y los duerme contándoles imaginarios logros de sus pasadas administraciones, que han sido verdaderos fracasos.
El miedo es que esos votos ignorantes lleven a la presidencia al candidato de la golondrina, que por sus actitudes y desconocimiento de las leyes, ha gobernado según su gana, ganando simpatía por su manejo de las redes sociales y la cantidad de troles a su servicio, olvidando que un país no se gobierna por Facebook o Twitter;
que por su recorrido por varios partidos políticos, ha demostrado desconocer la virtud de la lealtad a los principios y postulados de los mismos, que abandona para apoderarse de otro según su conveniencia;
que carece de la moralidad e instrucción notorias que exige nuestra Constitución para desempeñar tan alto cargo, lo que evidencia en sus arengas políticas, descalificando a quienes no piensan como él, sin respetar los argumentos contrarios;
que por su falta de preparación académica, al no haber estado sometido a la disciplina universitaria, no sabe de respeto, puntualidad, responsabilidad virtudes necesarias en un candidato. Su incapacidad financiera la demostró en la entrevista Frente a Frente al justificar el negocio del Mercado Cuscatlán que le ahorró $11,159 mensuales a los capitalinos: “Para comprar el edificio, la alcaldía tenía que hacer un préstamo bancario al 9 % de interés, lo que significaría una cuota mensual de $96,000”. Pero al negociar directamente con el propietario el Dr. Murra Saca, solo se pagará una cuota mensual de $85,000 más IVA, durante los próximos 25 años, y mediante un desembolso final de $10,000, el mercado pertenecerá a la Alcaldía de San Salvador, por un monto que ronda los $28 millones”. ¿Pensaría que algún banco le daría un préstamo por un inmueble valorado en el registro en $880,000? La pregunta del millón: ¿para qué había que comprar ese edificio, que necesitó gastar varios miles de dólares para acondicionar, que está semivacío, y hubo que alquilar un parqueo vecino por el que se pagan varios miles de dólares? El mejor mercado de Centroamérica genera ya una pérdida de $2 millones para la municipalidad.
Inspira temor tener como presidente a quien durante su gestión como alcalde gastó millones en publicidad para elevar su ego, vender sus colores y tener la osadía de cambiar el escudo municipal, sin preguntarle a nadie, faltando al respeto a los capitalinos. Y que una vez declarado candidato (en ausencia) del partido GANA, tranquilamente les borró el naranja y el nombre, que sustituyó con la golondrina celeste, por lo que no sería remoto que decidiera cambiar los colores de nuestra Bandera y el Escudo Nacional al llegar a la Presidencia. No es para tenerle miedo: inspira terror.
Maestra