Al igual que muchos jóvenes que nacimos a mediados o finales de los años 80, no vivimos en la época de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, pero por lo que he oído, me han contado mis abuelos y padres y por lo que visto en la televisión y en YouTube, había una triste realidad como la que estamos viviendo hoy en día como salvadoreños,. Era un país muy violento en la sociedad y en la política. La pobreza era mayor o igual que hoy. La revolución de la guerrilla ahora convertida en el partido político que hoy conocemos como FMLN. No les gustaba que nadie les dijera la verdad ni a la guerrilla ni a la Guardia Nacional ni a los políticos. Una realidad muy parecida a la de hoy hasta en las muertes diarias injustas que había en esa época.
La Iglesia Católica era muy perseguida en dicha época como hoy.
Gracias a Dios, a su vida de santidad y a su amor a la Iglesia, hoy tenemos un santo salvadoreño en el cielo y en los altares de la Iglesia Católica, pero ¿cuál es su herencia para el mundo y en especial para nuestra Patria?
La herencia que Monseñor Romero dejó no son mansiones, dinero, oro, plata, túnicas de oro ni nada material de valor pero sí una gran riqueza en valores que todos los salvadoreños y el mundo deberíamos poner en práctica para lograr la paz como: amor a Dios y a la vida, unidad, humildad y sencillez, justicia, sentir con la Iglesia, martirio, alegría, tolerancia, empatía, no partidario, pobreza, fe, entrega, la voz de los sin voz, defensor de la dignidad humana, esperanza, vocación y verdad.
Veamos algunos valores que resumen la herencia de Monseñor Romero:
Amor a Dios, a la iglesia y a la vida: Monseñor Romero desde muy pequeño fue muy entregado a Dios y a a la Iglesia Católica; amó sobre todas las cosas a Dios; fue defensor de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural; no estaba de acuerdo con los que mataban; aceptó la voluntad de Dios y todas las cruces que le mandaba con amor y sin renegar; era un hombre de fe y de esperanza, siempre ponía en práctica la caridad. Tanto era su amor por Dios y la Iglesia que aceptó con paciencia y cariño el martirio que tuvo por decir la verdad siempre.
Humildad, sencillez, justicia y empatía: como ya hablé antes, Monseñor entregó su vida y todo a los más pobres, sentía lo que ellos o la Iglesia sentía, prefería no comer él pero que comieran los demás; escuché en un documental que le ofrecieron casas en la Escalón y que Monseñor prefirió un cuartito a la par de la capilla del Hospital de la Divina Providencia para vivir humildemente y al lado de los más necesitados. Era el que hablaba por los más pobres y velaba por la justicia en todos los ámbitos.
Unidad: Monseñor en todas sus homilías llamaba a la unidad del país que aún no la logramos lastimosamente por nuestros egoísmos, por pensar solo en nosotros mismos y no en los demás.
No partidario: aunque unos digan que Monseñor Romero era de izquierda o de la derecha, yo a pesar de que no lo conocí estoy seguro de que él no estaba ni de un lado ni del otro, lo que buscaba era el bien común y la justicia social.
Considero que estos son los valores de la herencia que nos dejó Monseñor Romero que más caracterizan a este gran santo y son los valores que más nos hacen falta hoy en día.
Licenciado en Turismo