Todavía se debate si fue en realidad Churchill quien inventó la frase de que la democracia es el peor de los sistemas políticos, exceptuando todos los demás. El Salvador inicia, precisamente, el proceso de la elección presidencial que es la gran fiesta democrática del país. Quizás una de las elecciones más importantes de su historia. Lo es por varias razones. Primero porque compiten cuatro candidatos y más de dos tienen posibilidades reales de ganar.
Segundo, porque Centroamérica, y no solo Centroamérica, está viviendo una etapa de dificultades en los procesos democráticos: elecciones cuestionadas, candidatos populistas, reformas constitucionales que cambian las reglas del juego. Tercero, porque el sistema político salvadoreño está en deuda con los ciudadanos. Es una deuda que es más grande y más pesada que la deuda financiera, es la deuda de quienes decepcionaron a sus votantes y postergaron cumplir y hacer cumplir las leyes, sagrada obligación de todo responsable político.
Gobernar no es fácil. Gobernar en democracia es menos fácil. Gobernar un país con una historia singular, cuya gran riqueza es su gente y no los recursos naturales es todavía más difícil.
Como respetuoso pero atento observador de la realidad salvadoreña, tengo la impresión de que el país aborda estas elecciones con una mezcla de escepticismo y entusiasmo. La misma con la que se abordan elecciones en la mayor parte de países que tienen ya una cierta historia democrática.
La importancia de estas elecciones reside en la decisión de los ciudadanos sobre quién va a ser el próximo presidente. El reto de estas elecciones, más allá del resultado, es que el proceso democrático, desde el principio hasta el final, sea correcto, sea transparente y esté tutelado por instituciones imparciales. La democracia es como un triángulo en movimiento y en continua transformación: elecciones periódicas y competitivas, instituciones representativas y transparentes y leyes justas y equilibradas, es decir, Estado de Derecho. Este triángulo no se construye en un periodo presidencial, ni siquiera se construye en una generación; se trata de una labor que requiere de una cierta constancia histórica, de una obstinación positiva, y esa obstinada voluntad democrática nació en El Salvador con los acuerdos de paz y debe prolongarse en los próximos decenios.
Desde Europa estamos convencidos de que las próximas elecciones van a ser abiertas, competidas, interesantes y exitosas. Y estamos convencidos de eso porque todos los ciudadanos salvadoreños quieren que sean así y no aceptarían que no fueran así. Porque todos los candidatos quieren que sean así y no aceptarían lo contrario. Este es un gran paso para el país, un paso más en la construcción de la democracia, el peor sistema político… exceptuando todos los demás.
Embajador de la Unión Europea
@ABassolsUE