A los censores de todos los partidos

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08 October 2018

"Y cuando los discos de los Beatles no se podían tener, los chicos descubrieron que sus padres los escuchaban también”.

En 1993, el cantautor Carlos Varela dedicó una de sus más célebres piezas a la nostalgia de crecer en una Cuba con televisores rusos, superhéroes fabricados en el socialismo y sin árbol de Navidad o Santa Claus. En “Memorias”, toma de la mano a quien lo escucha y lo lleva a recorrer ese barrio que parece nunca cambiar.

Dentro de esta canción se respira la melancolía de una infancia sencilla a la que en apariencia no le faltó nada a pesar de estar alejada de las comodidades occidentales. Sin embargo, una inspección más cuidadosa de las letras de Varela revela la incomodidad de muchos artistas cubanos de la segunda mitad del siglo XX: la censura.

Eso sí, lo hace siguiendo su estilo, de manera burlona y sarcástica. Varela nos recuerda que en la “isla siempre fiel” los discos de los Beatles estaban prohibidos. En efecto, a inicios de los setentas, el director del Instituto Cubano de Radio y Televisión, Jorge Serguera, impidió la difusión de esta y otras bandas por considerar entre otras cosas que el inglés promovía el capitalismo y valores estadounidenses.

Varela nos aclara que la prohibición era fácil de burlar y que no solo no lograba su objetivo, sino que unía más aquellos que de cualquier manera pensaban consumir lo restringido. Décadas después, el mismo Serguera admitió que él disfrutaba la música de los Beatles en privado. Y así como él, cientos de jóvenes se escondían en los parques a escuchar al cuarteto británico en sus reproductores de cassettes.

En pleno 2018, parece que la clase política de El Salvador no ha aprendido las numerosas lecciones de los colapsados modelos autoritarios del siglo XX y los pocos que sobreviven en el presente. Líderes de izquierdas, derechas, y nuevas tendencias (?) han optado por ceñirse al viejo libro de jugadas de esos regímenes, incluyendo el intento de vigilar la emisión de contenido con oscuras definiciones de lo “inapropiado”, lo “inmoral” o lo “pernicioso”.

Afortunadamente, esta espuria batalla no es monopolio de uno u otro bando. Digo afortunadamente porque nos permite constatar que la censura, como cualquier otro rasgo autoritario, le puede pertenecer a cualquier bando, así que no nos dejaremos estafar por falsos demócratas ni repetir la cantaleta de que una corriente es más noble que otra. Las motivaciones pueden ser distintas, pero las herramientas se parecen demasiado.

Hace una semana, en medio de un mar de apremiantes prioridades, dos diputados de ARENA ingresaron a la Asamblea Legislativa un recomendable para impedir la presentación del grupo musical Marduk. Estos alegaban que lesiona la moral de los salvadoreños y uno de los diputados incluso habló de proteger al pueblo mayoritariamente cristiano, cuando eso no tiene nada que ver con su trabajo.

Más parece que los legisladores Ricardo Velásquez Parker y Karla Hernández cedieron a la tentación demagógica de los discursos moralistas y de apelar a un segmento reaccionario de la población, lesionando en el camino la libertad de expresión y olvidando por que El Salvador no tiene un estado confesional.

Y cuando la población encontraba estupor en este burdo intento de censura, el FMLN decidió no quedarse atrás. La semana anterior, dos diputados y el ministro de Gobernación presentaron un anteproyecto para regular contenidos audiovisuales. Este contempla posible censura previa, lo que riñe con la Constitución y múltiples tratados de libertad de expresión. Además, abre la puerta a regular contenido de noticieros, bajo la excusa de proteger a nuestra niñez de la violencia, cuando esta misma niñez convive con muertes y robos todos los días en sus comunidades.

En cuanto a los otros líderes políticos en ciernes, su actitud hacia la prensa y su promoción de medios fake-news-propagandísticos habla con elocuencia de su postura en este debate.

No olvidemos, pese a estos intentos, que la censura es la más torpe de las medidas del libro de jugadas autoritario. Es fácilmente franqueable, genera desconfianza y resentimiento en autoridades que por alguna torpe razón se creen eternas y une a aquellos comprometidos con la democracia. Muy pronto descubriremos que los censores son minoría y que a la libertad de expresión —y libertad en general— es imposible ponerle muros o mordazas.

Periodista

@docAvelar