Un trabajo bien hecho

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28 September 2018

El domingo pasado, el segundo de bachillerato de un colegio tecleño demostró, en el Teatro Presidente, lo que es hacer las cosas impresionantemente bien hechas. Setenta estudiantes bailaron en el escenario con tal sincronización y energía, con tanta alegría y entrega que deslumbraron al público que asistió al show, rindiéndolo a sus pies. El espectáculo resultó majestuoso y consiguió “…atraer la atención y mover el ánimo infundiéndole deleite, asombro, dolor u otros afectos más o menos vivos o nobles” según una acepción del DRAE para el vocablo espectáculo. Tan bien ejecutado estuvo, que quienes ayer lo presenciaron hoy quieren imitarlo. CRONUS —tal el nombre de ese ilusorio viaje por el tiempo— se erigió en modelo a emular para las promociones por venir de ése y de otros centros educativos. Escenografía, luces, vestuario, sonido y música fueron apoyos estupendos para conseguir el impacto, pero… ¿qué fue lo que, en verdad, vieron los espectadores?

Se apreció el resultado de un trabajo colectivo bien hecho. El asombro, una emoción muy ligada al aprendizaje, embargó a varios de los asistentes. “Me sorprendieron. Hace solo unos meses, un trapeador bailaba mejor que él y ¡miralo ahora! De no haberlo visto con mis propios ojos, no lo creería. Pero es que los cipotes, de verdad, le pusieron ganas y echaron reata”, oí decir —en emocionado resumen— al padre de un chico a quien el orgullo apenas cabía en su pecho.

Los distintos consiguieron ser iguales: hombres y mujeres, flacos y gordos, altas y bajas, diestros o torpes, todos los estudiantes aprendieron los pasos, los giros, las entradas y salidas, sus ubicaciones en el escenario. Mostraron pasión y disfrutaron de la mise en scène. Si en esa promoción hay algún chico o chica con dificultades motrices, los instructores del baile consiguieron llevarlo a un estándar de desempeño semejante al de sus compañeros. Haciendo el parangón, es lo que las escuelas deben conseguir: que todos sean capaces de llegar a iguales mínimos. Es lo que la Paes debería atestiguar. Algunas descollaron por sus voces; otros, por sus pasos de baile; otras, por su salero y simpatía al bailar, pero brillaron todos, como un buen equipo de alto desempeño. Esto fue evidente, sobre todo, en la segunda función, cuando superado el miedo escénico y conscientes de que eran capaces de hacer bien las cosas, se dedicaron a disfrutarlo ¡Es el gozo que produce el aprendizaje genuino, fruto del propio esfuerzo!

“Después que la música nos ha transportado, apreciamos mejor el pasado y entendemos mejor el presente. Ahora estamos listos para empezar a construir nuestro futuro”, decía uno de los parlamentos de la obra, cuyo guion fue escrito por los mismos alumnos. Este logro de los estudiantes en el ámbito artístico es esperanzador para nuestro país pues —una vez más— demuestra que el talento no es escaso, lo que se requiere es trabajo sostenido. Algún maestro inteligente podrá ahora servirse de CRONUS en sus clases para ayudarles a ubicar hitos de la historia del siglo XX; alguna otra, para direccionar esa energía adolescente hacia el ámbito académico. Al igual que su nuevo director, yo también felicito sinceramente a los estudiantes y “…espero que su rendimiento escolar sea tan brillante como el talento artístico que han demostrado”. Veremos si sus maestros aceptan el reto de guiarlos, exigirles y animarlos para que consigan brillar en lo académico como lo hicieron el domingo sus instructores en lo artístico.

¿Lecciones aprendidas de esta experiencia? A la escuela se va a aprender. Cómo se aprende —la forma, el método— es tan importante como lo que se aprende, el contenido. El aprendizaje puede ser divertido y apasionante. Un buen maestro siempre hará la diferencia pues es quien lidera el proceso y asume responsabilidad por los resultados. Un alumno motivado aprende mejor. Habrá que repetirlo hasta que realmente lo entendamos: aprender requiere esfuerzo y práctica, mucha práctica, para conseguir una buena ejecución. ¡Felicitaciones a la Promoción LF 2020!

Sicólogo