Construir un puente aunque no haya río

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18 September 2018

Se dice que una vez un político llegó a un pequeño pueblo y prometió la construcción de un puente, entre la multitud uno de los oyentes le manifestó que no había río en el pueblo. La respuesta del político fue entonces: pues también les construyó el río. Esa pequeña anécdota ilustra perfectamente cómo operan los políticos en general.

La oferta electoral inunda las redes sociales y pronto será más intensa en los medios tradicionales. Para los militantes de los partidos distinguir entre la oferta no es tan complejo, pero para aquellos que no militamos y nos encontramos desencantados con la política y los partidos, la oferta electoral se convierte en un insumo para medir la racionalidad de las propuestas y los candidatos. Pero, ¿cómo diferenciar la demagogia de propuestas políticas sensatas? Antes de contestar dicha interrogante se debe partir de una premisa: los partidos pretenden alcanzar el poder, ese es y será siempre su principal objetivo; para ello utilizarán las medidas necesarias que les permitan maximizar la mayor cantidad de votos.

Sin embargo, no es posible satanizar la premisa anterior puesto que el sistema está diseñado de esa forma, con reglas y normas que cumplir para llegar al poder, tal cual democracia liberal en su versión procedimental. A continuación, propongo entonces tres posibles “filtros” que pueden ser utilizados por un ciudadano más o menos informado y dar así respuesta a la pregunta central de esta opinión.

En primer lugar, se podría verificar si la propuesta está asociada a las principales problemáticas de país. Por ejemplo, si se revisa la encuesta previa a las elecciones legislativas y municipales de este año, elaborada por el Instituto Universitario de Opinión Pública (IUDOP), los tres primeros problemas que enfrenta el país a criterio de los ciudadanos son: delincuencia/inseguridad (49.5 %), Violencia (10.6 %) y desempleo (9.5 %). Posteriormente aparecen la economía, la pobreza, corrupción, entre otros. Bajo esa lógica, las propuestas que se esperarían de los candidatos deberían acercarse al sentir de la ciudadanía, es decir, al contexto real de país y no bajo el supuesto de imaginarios que se sustentan en mera retórica y no en un problema real.

En segundo lugar es pertinente cuestionarse, si la propuesta política tiene un sustento técnico. Por ejemplo, prometer construir un metro en el próximo período presidencial para San Salvador, suena atractivo e incluso apegado a la necesidad urgente de solucionar el tema del tráfico, pero ¿se ofrece con la propuesta algún elemento que sustente técnicamente su viabilidad? ¿La propuesta logra determinar de dónde provendría su financiamiento y plazos de ejecución? Lamentablemente es una costumbre de los políticos promover proyectos exorbitantes que carecen de un mínimo de sentido racional o coherencia, siendo tal tipo de propuestas las que merecen ser escudriñadas con mayor atención.

El tercero de los “filtros”, es someter las propuestas a los antecedentes de los candidatos. ¿Cómo han actuado en sus gestiones políticas anteriores? En la democracia lo que se espera es la oportunidad de castigar a los políticos que han actuado de forma contraria a lo que se esperaría de ellos al haber estado en el poder. Si se acciona el mecanismo de premios y castigos es posible entonces “expulsar” del sistema a quienes incumplen con una representación adecuada. Lo mismo aplica para aquellos candidatos que nunca se han desenvuelto en la política, analizando sus antecedentes, vínculos y si su discurso es la continuación de la ya acostumbrada forma de ver la política en los partidos actuales o representa un cambio sustantivo en términos de proponer ideas racionales y congruentes con las demandas actuales de la ciudadanía.

Informarnos, cuestionar y analizar es nuestro deber como ciudadanos y sin duda sienta las bases para construir una democracia de mayor calidad desde abajo, desde el pueblo.

Exdirector de TECHO El Salvador