La nueva “enfermedad” de este siglo

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14 September 2018

En memoria de Kate Spade.

Katherine Noel Brosnahan, conocida internacionalmente como Kate Spade, era una diseñadora de modas y empresaria estadounidense. Tuvo la idea de empezar a diseñar carteras, para luego convertirse en icono que desarrolló un negocio billonario de carteras, ropa, zapatos y accesorios. Su emporio estaba marcado por un estilo y optimismo especial compartido por muchas mujeres por casi tres décadas.

Kate, de 55 años, se desligó de su firma a mediados de la década pasada. La nueva directora creativa de la marca, Nicola Glass, alguna vez se refirió a ella como alguien que “dejó una chispa en cada lugar al que fue. Aunque ella no ha estado últimamente con nosotras, su espíritu definitivamente está todavía en la compañía. Spade era un ejemplo como mujer, empresaria y diseñadora”.

Pero todo cambió, cuando el 5 de junio de 2018, Kate Spade fue hallada muerta, en su apartamento de Park Avenue, colgada de una bufanda roja. Con una nota ella confirmó que había decidido terminar con su vida. Tras la increíble fama y admiración del mundo de la moda, quedan su esposo Andy Spade y su hija de 13 años, Frances Beatrix.

En un momento de su carrera en 2002, Kate expresó cómo deseaba ser recordada, un pensamiento que tras su muerte fue traído al presente por quienes la admiraron: “Espero que la gente me recuerde no solo como una buena empresaria, sino como una gran amiga y muy divertida”.

Tan pronto se supo de su muerte, las muestras de dolor de sus admiradores y clientes de su compañía invadieron los medios de comunicación, entre ellos Chelsea Clinton e Ivanka Trump.

La muerte, el suicidio de alguien exitoso como ella, es un punto de inflexión para meditar. No se trata de indagar en las razones que motivaron su triste decisión, ya su esposo Andy ha dicho que “Kate sufría de depresión y ansiedad”, pero sí podemos y debemos cuestionarnos sobre lo sucedido.

La tasa de suicidios en los Estados Unidos se ha incrementado fuertemente en los últimos años y, lo peor, ha sido cometido no solo por personas en una situación “desafortunada”, sino también por aquellos a los que nombramos exitosos, como Kate, Robin Williams y muchos más.

Sí, esta “enfermedad” del nuevo siglo llamada suicidio está entre las 10 que más muertes causan en Estados Unidos. Nos sorprende, pero sobre todo me sorprende la poca información que tenemos. Parece que preferimos ignorar los síntomas que afrontar esta “enfermedad” como lo hacemos con el resto de las patologías, como el cáncer o la diabetes.

Vivimos en un mundo en que lo material predomina. El sistema nos absorbe. No tenemos tiempo para pensar. Lo que cuenta son los logros que se pueden medir, sea económicos, bienestar, o los alcanzados en por la profesión. A nuestros hijos les preguntamos “¿qué va ser cuando sea grande? Va a ser doctor, ingeniero, empresario...”, pero en realidad debemos preguntarles qué harán cuando sean grandes. Lo que hacemos no determina lo que somos. Estamos enfrascados en el “hacer” y nos hemos olvidado de “ser”. Nos hemos olvidado de la persona humana, nos hemos convertido en robots productivos, hemos perdido nuestra calidad de seres humanos.

Nuestra actividad es valiosa. La función de cada persona en la sociedad es necesaria, pero ni los éxitos económicos, ni los reconocimientos, ni el poder político llena ni satisface al ser humano, a ese ser espiritual. Einstein dijo: “no somos un cuerpo con espíritu, somos seres espirituales en un cuerpo material”. Cada uno debe encontrar la razón de su existir. No lo que oímos ni vemos en nuestro día a día. Tenemos que buscar la verdadera chispa de la vida, que nos haga apasionarnos. Debemos “hacer para vivir” y no “vivir para hacer”.

Vivimos como si la vida es para siempre, porque no queremos ni creemos que vamos a desaparecer. Pero si de algo estamos seguros es que un día dejaremos esta vida. ¿Entonces? Cada uno debe encontrar la respuesta a su existencia. No nos demos por vencidos.

Empresario