Retorna la sensatez a Francia

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14 September 2018

La tercera promoción del postgrado en “Dirección Escolar Eficaz”, que se forma en ISEADE, ha constituido un bonito grupo en una de las redes sociales. Por ahí se intercambian documentos interesantes, notas motivadoras y comentarios serios y esperanzadores acerca del quehacer docente.

Hace poco enviaron la caricatura de Charlie Brown conversando con su amiga Lucy, los entrañables personajes de “Peanuts” de Charles M. Schulz, tumbados bajo la sombre de un árbol. “Me pregunto qué hacen los profesores”, dice ella. Y Charlie le responde: “La diferencia, Lucy, ellos hacen la diferencia”. Eso hace un profesor o directora de escuela si están convencidos de la trascendencia de su labor. Comprendo que las gremiales de maestros se entusiasmen cuando los candidatos políticos les ofrecen que “…asumirán el compromiso de dignificar la profesión docente” como aparece en las noticias. Yo preferiría que la dignificación de la carrera docente se genere desde dentro del gremio, no de afuera.

Meses antes, uno de los colegas catedráticos posteó, subió, envió, o como ustedes prefieran, un artículo de “El País”, el periódico español, donde se comentaba la prohibición que Francia ha hecho del uso de los teléfonos celulares (móviles los llaman ellos) en los centros de educación primaria y secundaria. Los han prohibido no solo en las aulas, donde ha estado prohibido su uso desde hace siete años, sino también en los patios de recreo y en las actividades extraescolares. Informa del encendido debate que hubo en la Asamblea Nacional a raíz de la propuesta. Continúa el artículo desarrollando las distintas aristas del tema y enmarcando la discusión que tal medida ha abierto en España.

Ya he comentado en este espacio los peligros que creo que representan en el ambiente escolar los celulares, tabletas o relojes inteligentes con capacidad de conexión a internet. En algún momento lo he comparado con sentarse a leer un libro en una biblioteca (lugar que está diseñado para eso, que facilita la concentración) o en un cafetín en un centro comercial o con vista a la calle, en donde los comensales o transeúntes fácilmente podrán distraernos (imagínese usted queriendo estudiar en Copacabana con la “Garota de Ipanema” de “transeúnta”). “La parte perturbadora del móvil en la escuela tiene que ver con que es una puerta abierta a las redes sociales. Lo que perturba es su capacidad para estimular y satisfacer la curiosidad innata…”, pone la articulista. Yo le agregaría los juegos que pone a disposición del estudiante. Sobre todo, con niños, quienes el primer contacto que han tenido con esos aparatos es para “jugar jueguitos” como ellos mismos dicen cuando se los piden prestados a sus padres.

“Aprender requiere esfuerzo. (…) Las nuevas tecnologías pueden y deben incorporarse a las tareas educativas. Pero estar abiertos a las nuevas tecnologías no significa quedar prisioneros de ellas. Y mucho menos sucumbir al poder adictivo que tienen como herramienta de entretenimiento. ¡Significa eso que lo mejor es la prohibición? No está claro. Habrá que ver qué pasa en Francia”, concluye el artículo. Nosotros no tendremos que viajar hasta Francia, pues al Liceo Francés “Antoine de Saint Exupery” en Santa Tecla, regido como está por las leyes francesas, le toca también imponer esa prohibición este año.

Yo hacía la broma al catedrático que envió el artículo, luego de leerlo, que me parecía que franceses y españoles “...se están volviendo sensatos, cada vez piensan más igual que yo: aprender requiere esfuerzo”.

Psicólogo