"La violencia solo puede ser ocultada por la mentira, y la mentira solo puede mantenerse por la violencia. Quien proclame que la violencia es su método se verá inevitablemente forzado a adoptar la violencia como principio". ¿Por qué les escribo sobre el conflicto que fue nuestro? Ya lo dijo Ortega y Gasset, “pertenecemos a una época en la medida que nos sentimos capaces de aceptar su problemática y de prepararnos para la batalla en uno u otro lado de la trinchera por ella abierta”. En palabras tan nítidas para la hora presente se ha fundamentado el normal existir de nuestra existencia.
El conflicto interno de nuestro país es un período de la historia erróneamente interpretado; se informó falsamente sobre el conflicto y actualmente se recuerda de manera incorrecta. Los conflictos internos o revoluciones siempre tendrán consecuencias. Carl Von Clausewitz, en su tratado De la Guerra, dice con claridad que constituye un acto político y que éste es el único elemento racional del conflicto, aunque tiene otros dos: “odio y enemistad”; por tanto, el uso de la fuerza será responsabilidad del Estado y de su gobierno y será ejecutada por el instrumento de todo gobierno, las fuerzas armadas y del orden; una vez decidido por quien gobierna, será todo político, aunque la política con el tiempo se suaviza, el azar lo olvida, pero el odio permanece por años y quien paga las consecuencias serán los soldados que debieran ejercerla. Y pasada la crisis, las Fuerzas Armadas y del orden son hechas responsables.
Ciertamente es ingrata la profesión del soldado. La Institución Armada tiene una autoridad vertical donde el gobernante da las órdenes, el Ministro de la Defensa las transmite y el Estado Mayor las obedece. Esta es la característica más clara en los años de la insurgencia.
El período 1980-1992 y anteriores no deben tener historias omitidas y verdades unilaterales, entre otras, la Teología de la Liberación, el instrumental marxista-leninista y finalmente la opción propia de los revolucionarios. Encontramos dentro de ellas los “sacerdotes de la nueva ola”, quienes predicaron el reino, un reino equivalente al socialismo y obviamente el camino a ese reino necesitaba el poder, y al poder se llegaba a través del odio hacia el rico, el materialismo dialéctico era el arma principal. Esta deformación de la misión evangelizadora por los promotores del ministerio paralelo fue expresada por el sacerdote arrepentido Luis Eduardo Pellecer; nos expresó que él participó activamente en acciones violentas y de insurgencia en nuestro país, apoyándose en organizaciones campesinas, pero que reconocía que había tomado un camino equivocado.
Debo señalar sucintamente por razón de espacio algunos otros supuestos se han presentado como realidad: Nuestro conflicto tuvo un carácter de guerra civil. Era una lucha de liberación con apoyo de la mayoría del pueblo. Tenían el afecto y la consideración en las zonas rurales; pero nada nos dicen de los muertos que no fueron llorados por nadie, mientras calificaban su lucha como liberadora y andaban de un lado a otro en desesperados esfuerzos acusando a otros que no fueran ellos mismos. Proclamaron corrupción y represión, e incluso en el momento actual lanzan acusaciones a las Fuerzas Armadas y las fuerzas del orden que combatían a los comunistas para la conquista del poder, sin mencionar que transformaban a personas en implacables asesinos.
No dicen nada del respaldo soviético; el de Cuba a través de Nicaragua; de la élite del FMLN y de sus aliados del FDR; las caras invisibles hoy visibles de ONG en el Ejecutivo; individuos defendiendo la continuidad del conflicto; extremistas para los cuales nada era aceptable; del fracaso de la ofensiva que enfrentó al FMLN a la realidad de la falta de respaldo activo de los salvadoreños. Éramos una sociedad atrapada en un ataque a la institucionalidad nadie se escapaba, era un conflicto entrampado por la Guerra Fría. No puedo dejar de pensar cómo sería mi país si los señores del FMLN hubieran ganado el conflicto ¿Vivirían mejor los salvadoreños? La respuesta a esta pregunta es un NO y no soportan mirarse al espejo porque si lo hicieran verían que tendrían que compartir las culpas y por ello esta pregunta raramente se formula, pero ustedes deberían planteársela ahora, si es que la libertad ha sobrevivido y queremos que la verdadera paz reine en El Salvador. Esas son las reflexiones, de lo contrario en una crisis o cuando las cosas se ponen difíciles ¿Quieren contar con nuestra Fuerza Armada?. La historia es larga y complicada, son muchos los que deben de compartir la culpa, en los salones de la intelectualidad, como aquellos irresponsables violentistas que pusieron trabas al esfuerzo de la finalización del conflicto.
Lo que la contrarresta es la victoria de la libertad y la democracia en una causa justa, los que pusieron en práctica la escalada bélica no ofrecieron victorias ni han fundamentado la justicia de su causa por la que luchaban. No permitamos que toda esta experiencia caiga en el vacío político. Es el momento que recapacitemos sobre semejantes mitos. Sí afirmo que la paz es mejor que la guerra, pero no nos equivoquemos en sustancia si lo que sucedía era distinto a lo que había sucedido y hoy está sucediendo en otros países de América Latina. Estoy firmemente convencido de que había que resistir la agresión comunista.
Este fue El Salvador que fue nuestro pero fue posible resolverlo por medio de un entendimiento entre las fuerzas en lucha, la llamaré la paz imperfecta. Compárenlo, para que ustedes determinen El Salvador que será de ustedes. Después de 26 años, tenemos brotes de la violencia pandilleril, paso de estupefacientes. La policía reformada y la justicia no pueden controlar la violencia. Los salvadoreños se preguntan si terminó el conflicto o solo es una pausa antes que inicie otro proceso violento. Hay que contener y construir El Salvador de ustedes, confrontándolo con el que fue nuestro El Salvador, el silencio no ayuda y los problemas se confrontan, tomen partido y actúen. No podemos seguir con una política que corra mucho más lento que la realidad. Esta narrativa detallada del pasado la realizo en un tiempo en que albergamos temores por el futuro de nuestro El Salvador.