En una de las joyas cinematográficas de nuestro tiempo, “Violinista en el Tejado”, el protagonista, representado por el actor israelí Topol, dice que los judíos llevan siempre sombrero pues nunca saben en qué momento van a ser expulsados de una tierra.
Los pogromos judíos en Rusia en el Siglo XIX son algunas de las centenares de expulsiones que pueblos, etnias, grupos religiosos han sufrido a lo largo de la historia.
Algunos piensan que muy preferible habría sido que los nazis hubieran expulsado a los judíos que meterlos en los campos de exterminio. Pocas experiencias son más estremecedoras que la visita a Auschwitz, ahora Polonia, donde el sufrimiento extremo se siente en cada rincón, una barbarie que hoy en día los musulmanes niegan que tuvo lugar y han conseguido que no se hable de ello en varios países de Europa Occidental.
Pero la historia no puede taparse con un dedo...
A principios del siglo XX, Turquía asesinó o expulsó de su territorio a los kurdos, el peor genocidio de nuestro tiempo, una etnia que se refugió en el norte del Iraq y que son ahora uno de los bastiones contra el ISIS y son aliados de Occidente. Los kurdos descienden de los hititas, la primera oleada de gente que salió de los Urales y llegó hasta la India, antecesores de los dorios (que combatieron en Ilión, Troya ) y los jonios que poblaron las costas del Asia Menor, entre ellos los efesios mencionados en la Biblia, de Éfeso, donde la Virgen María fue llevada por los ángeles al cielo, según la tradición cristiana.
La Biblia relata otros pogromos de israelitas, la deportación hacia Babilonia, las persecuciones de los judíos en tiempos de Claudio en Roma y luego la destrucción de Jerusalén y el Templo por las legiones del emperador Tito en el año 70 después de Cristo. Antes se dio la fuga de los israelitas del Egipto bajo Moisés, que solo de lejos pudo ver la Tierra Prometida, la Palestina, donde se asientan al día de hoy.
Pero hubo pogromos en el África, se dio en nuestra época la guerra de tutsis contra hutus (que estuvo a punto de acabar con la etnia), de los romanos contra los fenicios, de los colonizadores blancos en Argentina contra los mapuches a los que casi exterminaron, de la resistencia de los araucanos, nunca vencidos, contra los conquistadores españoles.
La civilización occidental
se fundamenta en hacer
responsable al individuo
La India vivió el conflicto que llevó a la división de Pakistán y Bangladesh. Y el drama se repitió en Birmania, la actual Myammar.
Ahora los perseguidos son los hispanos, que buscan refugio en Estados Unidos de la violencia y el descalabro económico causado por las guerras de guerrillas en los años 80, sobre todo en Centroamérica.
La xenofobia tarde o temprano toca a los judíos o a grupos minoritarios en cualquier nación occidental.
El indocumentado es indocumentado, pero, siguiendo el señalamiento de Angela Merkel sobre la violencia de los neonazis, en un Estado de Derecho cada caso debe juzgarse individualmente; la civilización occidental se fundamenta en hacer responsable a cada individuo por sus actos, sin cargar sobre ellos pecados de clase o maldiciones milenarias. Indistintamente de si se trata de un judío, un gentil, un mexicano o un hindú, se responde por las faltas cometidas por esa persona, no por agravios que anteceden su llegada al mundo.
Que más tarde esos se unan, como los neonazis, y persigan a otros, es criminalidad.