Maña vieja: madrugones en la Asamblea Legislativa

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27 August 2018

Los diputados en la Asamblea Legislativa lo quieren seguir haciendo: “los madrugones”. Así como la legislatura del año 2000 dolarizó el país en un madrugón, así quisieron meternos gol el jueves pasado, casi eligiendo magistrados cuando el país dormía. Qué mala maña. Diputados, el poder del pueblo es delegado, no de ustedes. Ya deberían tener claro que la ciudadanía quiere las cosas de manera transparente y, además, magistrados competentes, honestos e independientes en la Corte Suprema de Justicia.

Para los que no saben que son “madrugones”, pues es cuando aprueban decretos a la carrera, con dispensa de trámite y de madrugada. Prometieron en enero, febrero y marzo de este año que las elecciones de funcionarios ya no se realizarían por reparto de cuotas partidarias. No han cumplido. Se dividen los puestos públicos con base en intereses partidarios. Esto no es ideológico, ni de diferencias honestas por las corrientes de pensamiento jurídico; estos intereses son: lo que yo o mi grupo quiero, necesito y lo creo que es mío. Es cualquier cosa, menos el interés por el bien público o de la mayoría.

La semana pasada vivimos un episodio en el que, mientras todos dormían, la Asamblea se preparaban para elegir magistrados. A la fecha de envío de estas palabras, los diputados llevaban cuarenta días sin elegir magistrados de la Corte Suprema de Justicia. Intentaron hacerlo en la plenaria del pasado jueves, donde la Comisión Política fue súbitamente convocada alrededor de las siete de la noche; cerca de la medianoche desistieron del intento de elección. Aunque el retraso vuelve urgente la elección, los diputados también están obligados a comprobar que eligen a los candidatos más idóneos. Y, en este caso, las formas también importan.

A pesar de que muchos diputados tienen décadas en la Asamblea Legislativa, nunca aprendieron que los madrugones, a oscuras y de espalda a la población, no son la forma en que se deben aprobar los decretos y las leyes. El debate y la transparencia son el pilar fundamental del trabajo parlamentario; ahí deberían exponerse las distintas ideas políticas y, con la discusión, llegar a un consenso que beneficie a las mayorías. Esto, a la vista de toda la población.

Los diputados deberían tener clarísima su obligación. Sin embargo, la práctica ha sido “llevar cocinados” los decretos y autorizarlos con dispensa de trámite en la madrugada. Así se aprobó de manera muy cuestionada la dolarización en la época del presidente Francisco Flores; así se aprobó la última reforma al sistema de pensiones, un parche que tendrá que revisarse dentro de un par de años porque no resuelve un problema estructural; así se han aprobado presupuestos de la Nación desfinanciados y deudas millonarias a través de préstamos; así se han elegido funcionarios que no cumplen con los requisitos de moralidad y competencia notorias; así se han acostumbrado a trabajar, a oscuras y a espaldas de la población.

Los diputados no han entendido que la erradicación de estas malas prácticas nos beneficia a todos. A los ciudadanos, porque estamos en nuestro derecho a que los representantes en la Asamblea Legislativa hagan su trabajo conforme a la Constitución. Y a ellos mismos, porque así se evita que las bancadas mayoritarias utilicen la prepotencia política a su conveniencia. La historia nos ha dejado claro que la política se mueve en forma de péndulo, pasando de izquierda a derecha y viceversa. No puede ser que, lo que tanto criticó un partido cuando era minoría, es lo que incoherente y descaradamente hace cuando tienen mayoría.

Diputados, no han hecho el esfuerzo de rectificar el proceso que pretendieron impulsar; ese que se quedó a medias, sin baremos y solo en las promesas de campaña. Si bien la Asamblea Legislativa es el órgano político por excelencia, donde la negociación se vuelve inevitable, esta debe ser sobre una base objetiva. En este caso, sobre la base de los mejores perfiles y descartando aquellos que no cumplen los requisitos para el cargo.

Los políticos han hecho lo que quieren con nuestro país, simplemente porque los hemos dejado. Nosotros debemos aspirar siempre e insistir en el “deber ser”, en que se elijan los magistrados de la Corte Suprema de Justicia con base en mérito y no por cuotas partidarias. Y que se haga con transparencia, no en madrugones.

Abogada