Nuevo Hospital Rosales ¿El éxito del fracaso?

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03 August 2018

En las últimas semanas se ha venido hablando de construir un nuevo Hospital Rosales, también de un préstamo de 170 millones de dólares para financiar el proyecto, además de invertir en otras obras siempre en el ramo de la salud. Tal parece que la obsesión de algunos es dejar a la posteridad un gigantesco centro médico casi al igual de aquel funcionario guatemalteco que en sus pesadillas siempre se repetía la consigna de “Construir un túmulo y morir”.

Para empezar, Hospital Rosales solamente hay uno, el financiado por la donación de Don José Rosales hace más de una centuria. Las nuevas edificaciones financiadas con dineros del Estado o provenientes de préstamos pueden tener cualquier nombre, menos usar el apellido del filántropo. En El Salvador todavía no existen las condiciones para contar con un complejo conjunto de unidades especializadas como los que se ven en los países civilizados por diferentes razones.

Una obra como la que se pretende no solo significa enormes gastos de inversión, tal vez ochenta millones de dólares quizá más, sino también enormes gastos de operatividad que dicho sea de paso se quedan para siempre y El Salvador es un país pobre. Si el actual Hospital Rosales necesita más de 45 millones de dólares anuales para funcionar con dificultades, ¿qué podría esperarse de un centro médico con más de 700 camas, 25 quirófanos e insumos estratosféricos?

Otro problema que podría dar al traste con el funcionamiento del nuevo hospital es el relacionado con RRHH, especialmente con el recurso médico especialista, al respecto recordar que el nuevo centro es de nivel III y requiere de profesionales altamente calificados. En la actualidad los médicos egresados de las fuentes formadoras adolecen de limitaciones, deficiencias y vacíos y aquellos prospectos que sobresalen se van a especializar al extranjero y no regresan. Los que estudiaron en Cuba han sido preparados para la atención primaria de la salud, no para trabajar en centros especializados ¿Y entonces qué es lo que queda? Los grandes maestros de la clínica y cirugía formados en mejores épocas han ido desapareciendo gradualmente y apenas quedan algunos.

Para colmo las antiguas residencias médicas hospitalarias que, por cierto, producían excelentes especialistas, han desaparecido y en su lugar existen ahora las “residencias médicas universitarias” más preocupadas por actividades teóricas y versallescas que por aprender a la par de los enfermos, en las salas de emergencias y quirófanos.

Nuestra idiosincrasia de vivir acostumbrados al desorden, suciedad, fuerteza e incumplimiento de las leyes tendrá también repercusión en la nueva obra. No extraña que una vez construido y funcionando se rodee de un cordón de pupuserías, puestos fijos de golosinas, canastos con ventas de pan y comida e insalubres paradas del transporte colectivo. Por si esto fuera poco por las noches se producirían legiones de ratas, cucarachas y gatos.

Otros factores a considerar son (a) En la cultura hospitalaria salvadoreña no existe el mantenimiento preventivo de los equipos, mucho menos el predictivo; (b) Dadas las dimensiones del centro y la gran cantidad de servicios que se ofrecerán al público, en horas diurnas la zona podría concentrar a más de 5,000 personas, entre enfermos y acompañantes, produciendo una descomunal trabazón de vehículos y aglomeración personas; (c) La ubicación del centro médico es impropia por estar expuesta al humo de automotores, polvo, suciedad, ruido y baja calidad del aire, (d) Las arterias de intensa circulación vehicular que lo rodean constituirán un riesgo para los flujos peatonales de enfermos y acompañantes y (e) Como es prácticamente imposible que los nosocomios de la periferia y resto del país dispongan de la suficiente capacidad resolutoria, continuarán derivando pacientes al nuevo Hospital Rosales distorsionando el objetivo del nuevo centro asistencial.

Doctor en Medicina