El nuevo colonialismo en Cuba

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02 August 2018

Tímidamente, el gobierno cubano ha comenzado a desmantelar el régimen económico comunista que ha prevalecido en el país desde los sesentas. Por supuesto, las medidas no se extienden al régimen político, que sigue siendo totalitariamente controlado por el Partido Comunista, pero ya empiezan a mostrar quebraduras en las rígidas estructuras económicas del país.

Hace cuatro años el gobierno abrió el país a la inversión extranjera, en una medida que debe haber causado enorme congoja ideológica entre los marxistas-leninistas que todavía controlan el país. Hace unos días, en un gesto simbólico e hipócrita, el gobierno removió de la Constitución el comunismo como el ideal que Cuba debería volver realidad.

La remoción es simbólica e hipócrita porque la Constitución no sirve para nada en Cuba. Pero el eliminar la palabra comunista sí es significativo porque muestra que aún los marxistas que controlan el país se han dado cuenta del fracaso que el comunismo ha sido para Cuba —igual que para todos los países en los que se ha instalado.

Ayer el gobierno anunció que está eliminando trámites que obstaculizan el proceso de inversión extranjera en el país, incluyendo la necesidad de presentar un estudio de factibilidad al gobierno sobre los proyectos que se quieren realizar. Esto indica que el régimen está reconociendo la libertad de la inversión, de modo que el gobierno ha está dejando las decisiones de donde invertir y qué riesgos correr y qué utilidades tener al sector privado.

Estos anuncios son a la vez satisfactorios y trágicos. Son satisfactorios porque al fin los cubanos, ahora aquejados por la pobreza, van a poder comenzar a crecer económicamente y a conocer al menos uno de los aspectos de la libertad, el económico. Son trágicos porque ni estas medidas ni otras que el gobierno pueda tomar van a restituir a Cuba las décadas de esclavitud y pobreza a los que los comunistas los condenaron en 1959. Son trágicos también porque lo que comenzará a reconstruirse no es la economía pujante que tenía Cuba en 1959 sino solo un remedo de la economía colonial que existía en el Siglo XIX. Porque lo que se está montando es una sociedad que subsistirá en tres patas.

Primero, un gobierno que seguirá siendo despótico, controlado por una minúscula cúpula de herederos de la revolución que viven como los ricos que ellos mismos despojaron. Segundo, el océano de cubanos que viven en privaciones económicas, políticas, y sociales, entre los cuales la clase media es muy pequeña y vulnerable, que no tienen capacidad de ahorro y, por ende, capacidad de invertir y formar empresas. Tercero, una nueva clase de extranjeros que poseerán las empresas y las manejarán, dando empleo a los cubanos, atraídos por las medidas que el gobierno está dictando y otras que tendrá que dictar.

Los cubanos han vivido por tanto tiempo en la miseria económica e intelectual que desafortunadamente no podrán trabajar en puestos de alto valor agregado. La mayoría de ellos no sabe lo que es un banco, o un cheque, o cómo se logra que una empresa sea rentable.

Así, el régimen comunista no solo no entregó a la población el paraíso comunista que había prometido, sino que además destruyó la capacidad productiva de la población, que ahora tendrá que trabajar en puestos de bajo valor agregado hasta que logre acumular los conocimientos que son necesarios para manejar las empresas modernas. Lo que se está creando, entonces, es una reproducción de una economía colonial como las que existían antes de la independencia en América Latina, y que existen ahora en algunos países muy atrasados en África y Asia. Faltan generaciones para que Cuba recupere el esplendor que tenía.

Es triste ver que ese modelo de sociedad que los comunistas ofrecen, produciendo los resultados que se están viendo, todavía encuentre gente que crea que es “progresivo” y que es lo que daría desarrollo al país. Ojalá que despierten de ese sueño perverso.

Máster en Economía

Northwestern University.