Percepciones

descripción de la imagen

Por

27 July 2018

No existe un tan solo ser humano que sea ciento por ciento imparcial en sus ideas y opiniones, que juzgue la realidad de una forma completamente objetiva y que tenga una crítica infalible. Esto es así porque nuestros juicios están influenciados por las emociones, por el aprendizaje, por las experiencias personales, y también por las conveniencias. Dicha situación tiene incluso una explicación neurofisiológica: la parte del cerebro que se encarga de los procesos mentales superiores entre los que se encuentra el razonamiento —la corteza prefrontal— tiene múltiples conexiones neuronales con el Sistema Límbico, estructura cerebral que se relaciona con las emociones y la memoria. No deja de ser interesante que parte del cerebro primitivo como es el Sistema Límbico esté tan íntimamente asociado a la parte más evolucionada y superior. Entre otras cosas explica que razón y emoción van a la par de manera inevitable.

El sesgo emocional con que se impregnan nuestros análisis afectan las conclusiones que sacamos de las personas, de las situaciones y de los eventos. El elemento afectivo nos lleva generalmente a creer que nuestras percepciones y juicios son los correctos, que vemos la realidad más claramente que los demás, que nuestro alcance mental es superior, y que si los otros no ven las cosas igual es sencillamente porque están equivocados. Ejemplos los vemos todos los días, hasta en cuestiones tan simples como un partido de fútbol o en un juego de Backgammon contra la computadora. Mientras más aficionados seamos a un equipo veremos más fallas arbitrales en nuestra contra (los directores técnicos son especialmente verbales en esto), y si vamos perdiendo en el Backgammon, en donde la suerte con los dados es un factor, será casi inevitable que pensemos que la computadora nos está haciendo trampa.

Nuestros afectos, pues, tienen peso en nuestras percepciones. Pero esto no significa que sea imposible lograr juicios más neutrales y objetivos; simplemente significa que se necesita de un esfuerzo especial y una actitud autocrítica. Y esto desgraciadamente no todos lo intentan.

La capacidad de superar la subjetividad y de tener una visión más precisa de las cosas difiere entre las personas. Mientras que algunas son dominadas por sus prejuicios y aceptan únicamente lo que se adapta a sus esquemas mentales, otros son menos conformistas y trabajan para conseguir percepciones más equilibradas de la realidad, alcanzando dominar influencias personales.

Aunque nadie puede lograr la objetividad absoluta, hay elementos que permiten al menos un acercamiento. Confesando de antemano que como ser humano tengo sesgos emocionales en muchas cosas y sin pretender situarme mejor que los demás, voy a señalar algunos elementos que pueden ayudar a lograr mayores niveles de objetividad. Lo primero es ser conscientes de nuestras tendencias naturales, aceptando que somos proclives a dejarnos llevar más por la emoción que por la razón. Esto conlleva a tener siempre en cuenta que podemos estar equivocados, que cometemos errores de apreciación y que siempre podemos aprender. Lo segundo es buscar mayor nivel de conocimiento. Mientras más preparados estemos sobre algún tema mayor será nuestra capacidad de ser objetivos. La educación y la experiencia son importantes pues afilan nuestro sentido crítico. El tercer punto, esencial, es aprender a basar nuestros juicios en datos, en evidencia. Jamás seremos infalibles en nuestras percepciones y en la mayoría habrá algo de corazón involucrado, pero siempre es posible alcanzar una mejor comprensión de la realidad, siempre que estemos dispuestos a ello.

Médico psiquiatra.