Diálogo y tibieza ciudadana

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26 July 2018

El acuerdo suscrito por los partidos políticos el 11 de julio pasó inadvertido. La falta de entusiasmo sugiere que los ciudadanos abandonan poco a poco la esperanza en el diálogo. El acontecimiento no causó el efecto que esperaban sus patrocinadores. Un pacto de esta naturaleza debió ocupar las primeras planas en los medios de comunicación. Congregar a los principales líderes de las organizaciones partidarias no es un suceso al que estamos acostumbrados.

Tampoco es frecuente que actores tan diferentes entre sí acuerpen esfuerzos de este tipo. No todos los días un organismo internacional, la academia, centros de pensamiento, las iglesias Católica y Evangélica y preeminentes representantes de la sociedad civil articulan sus voluntades en torno a un objetivo común. Todos ellos integran el “grupo de apoyo al diálogo político”. Sin embargo, la noticia fue una más entre las decenas de sucesos que embotan diariamente a la población. Los problemas nacionales son de tal magnitud y la actitud de los institutos políticos tan contraria a las necesidades de la gente que la rúbrica de un nuevo compromiso, intentando emular al arreglo de Chapultepec, ya no genera mayores expectativas.

La iniciativa pretende dar seguimiento al amago de consenso que en 2017 lideró el exembajador mexicano en El Salvador, don Benito Andión, con el auspicio de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Ambos empeños son encomiables pero encuentran significativos obstáculos para alcanzar el éxito. No se corresponden con el comportamiento de los partidos. Estos últimos actúan de forma opuesta a los compromisos que asumen. Hacen lo contrario a lo que prometieron y se alejan por completo de las aspiraciones de sus electores.

Al mismo tiempo que anunciaban el arreglo orientado a construir un “segundo acuerdo de paz”, en la Asamblea Legislativa se postergaba la elección de los cinco nuevos magistrados de la Corte Suprema de Justicia. Como aderezo los diputados son indiferentes a la acefalía que padece la Sala de lo Constitucional y, por tanto, a la indefensión de los salvadoreños ante violaciones de sus derechos fundamentales.

La proclama de un proyecto que apunta a buscar la anuencia de los partidos para implementar una agenda que atienda los temas de seguridad, crecimiento económico, finanzas públicas, institucionalidad democrática, salud y educación debió recibirse con aplausos y aclamaciones. La culpa que la acogida haya sido fría e indiferente no la tienen ni la ONU ni los bien intencionados representantes de las instituciones que han venido colaborando con el proyecto. El fallo lo han cometido los liderazgos partidarios por ignorar la voluntad popular. La tibieza ciudadana es la consecuencia de una representación política sin resultados. Es la misma conducta que estamos observando en Latinoamérica entera y que ha derivado en la ruptura de la gobernabilidad cuando los votantes, con tal de solventar sus necesidades y ante una inefectiva acción de aquellos a los que eligieron, se refugian en opciones populistas, inmediatistas y clientelares.

El anhelo de los particulares que colaboran en el grupo de apoyo es legítimo y debe ser respaldado. Ciertamente el refrendo de una nueva “hoja de ruta” como resultado del trabajo de más de un año se comunicó en un mal momento. Nos encontramos en los albores de la campaña presidencial, que promete una competencia apretada por el poder político, y en medio de la designación de los nuevos titulares de la Sala de lo Constitucional. La perspectiva, en todo caso, debe ser la de continuar con el trabajo del grupo y comprometer a los partidos, y al candidato ganador, a asumir como propios los asuntos sobre los cuales exista conformidad por las partes involucradas.

Los diálogos siempre arrojan saldos positivos. La confianza y sana “complicidad” entre los miembros del grupo de apoyo es precisamente una ganancia del proceso. La construcción de confianza, la ruptura de los mitos que los alejaban, el intercambio de ideas y las muchas coincidencias sobre El Salvador que necesitamos, son aspectos de un valor intangible sin precedentes. Se trata de figuras emblemáticas que han mostrado un enorme compromiso con el país. Son hombres y mujeres sin intereses particulares. Su presencia garantizará una “plataforma civil” desde la que todos podremos exigir un nuevo plan de nación. Solo así pasaremos de la tibieza al fervor ciudadano por el diálogo.

Abogado y politólogo