El Mundial de Fútbol en Rusia acaparó toda la atención del mundo mundial y parte del extranjero, como decía una persona que me fue muy querida. México cambió presidente, Trump practica sus peculiares formas negociadoras con los europeos; los niños atrapados en la estrecha y larguísima cueva son liberados con vida, todos. A medida que se conocen pormenores de esa tragedia, la figura de su coach se engrandece y hace callar las voces que ya estaban queriendo encontrar culpables (sí, la práctica es universal, no local). Nuestros políticos, haciendo lo imposible por que los periodistas los vuelvan a ver, unos; felices maniobrando en las sombras, otros. La Sala se despide y la Asamblea se reconoce incapaz de hacer sus tareas a tiempo y bien hechas. Nada, sin embargo, parece ser más importante que el fútbol, por ahora. Opinan todos: jóvenes, hombres que alguna vez lo jugaron, otros que no tienen idea del juego; mujeres que sí lo entienden y saben; otras que no, pero que se gozan viendo su figura embutida en una camiseta de selección. Los periodistas y comentaristas deportivos en la gloria, bañándose en sus propios jugos, prometiéndose que aprenderán los nombres de los potenciales jugadores del Mundial de 2022 para evitar algunos ridículos y mejorar su narración. El VAR haciendo de las suyas, a estas alturas ya todos hemos olvidado que este es su debut en una copa mundial. La FIFA gozando su momento culmen: rige, suspendiendo jugadores y amonestando árbitros; administra, sumando ingresos, pagando cuentas y viáticos; delibera, ¡quiero creer que discuten si suspenderán de una vez por todas, para siempre y con oprobio, al otrora ídolo, ahora piltrafa humana y vergüenza para su familia y para su nación!
Cada quien vio lo que quiso en el Mundial pues la percepción es selectiva: a eso me refiero con las deformaciones profesionales. Aunque el partido sea uno solo, no todos veremos lo mismo: algunos verán fútbol; otras, futbolistas; algunos atienden a la estructura de los estadios; otros, suman números imaginando entradas y salarios. Algunos verán personas, expresión y manejo de emociones, gestión de grupos; otros, se interesarán en factores técnicos de la transmisión y algunas habrá que repararán más en los disfraces y atavíos.
Espectáculo al fin, la FIFA atendió las recomendaciones de las compañías de televisión para empezar a difundir imágenes horas antes del partido: idearon transmitir esos delicados momentos previos al inicio de los partidos, cuando las cámaras captan en las entrañas del estadio a los árbitros y equipos, formados en líneas paralelas, antes de su ansiada aparición al campo de juego. Cual gladiadores antes de salir a la luz del Coliseo romano a pelear por su vida (“Ave Caesar morituris te salutan”) las cámaras se deleitan en captar escenas diversas: tomas estáticas, de todo el grupo; tomas dinámicas, que van recorriendo las caras de cada uno de los integrantes; “close ups” que transmiten la gran tensión en la que se encuentran y que nos muestran a un ser humano minutos antes de un evento trascendental en su vida.
Tuve la suerte de estar evaluando un grupo selecto de profesionales justo para los días previos al mundial. Inmerso como estaba interpretando perfiles y elaborando reportes de personas con quienes había tenido apenas un contacto personal, no pude menos que darme cuenta de mis percepciones y pensamientos durante esos momentos: noté al jugador afable, que conversa con el niño o niña con el que saldrá tomado de la mano al campo; el nervioso, que no para de arreglarse el cabello, la camisola, el uniforme; el impertérrito, a quien no se le escapa una sola emoción (póker face) y así, según la cámara los va enfocando.
Yo guardaré en mi memoria, para siempre, dos imágenes de este Mundial: la del niño uruguayo, llorando inconsolable en brazos de su padre, en las graderías, cuando su selección recibió el gol que la dejaba fuera de las semifinales. ¿Qué ilusión se le habría roto? Y la del niño acompañante de uno de los jugadores en esos momentos previos, su cabeza hacia arriba, fija su mirada en el jugador a quien ha tomado de la mano con delicadeza, pero con decisión, totalmente arrobado viendo a “su jugador” sintiendo toda la emoción del momento ¿qué ilusión estaría forjando?
Felicidades a quien se le ocurrió la idea de hacer que niños y niñas acompañen a los jugadores, es lo mejor que he visto del mundial.
* Sicólogo