Belleza que invita a reflexionar

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07 July 2018

"Renzo, subiendo por un inclinado camino al terreno más elevado, vio la gran fábrica de la catedral, solitaria en la planicie, como si surgiese, no en medio de una ciudad, sino en un desierto. Se detuvo de golpe y olvidando todos sus problemas, contempló de lejos aquella octava maravilla, de la que tanto había oído hablar desde niño”.

Así describe Alessandro Manzoni, en “Los Novios”, la llegada a Milán de uno de los principales personajes de su historia. Renzo, turbado por muchas preocupaciones debido a la separación de su amada Lucía y a la imposibilidad de contraer matrimonio con ella por los oscuros deseos del malvado y potente don Rodrigo, buscaba ayuda en la ciudad para lograr salir de la penosa situación.

La escena se ambienta en 1628, cuando la catedral se encontraba en plena construcción y su fachada estaba incompleta y no alcanzaba las dimensiones y altura que tiene hoy en día. Aun así, era tal su belleza que maravilló al caminante que se dirigía urgentemente a buscar ayuda, haciéndolo detenerse de golpe y dejar de lado sus penas, para encontrar consuelo en una obra arquitectónica que sorprende al espíritu humano.

La catedral de Milán, mejor conocida como “Il Duomo”, inició a ser construida en 1386 y fue terminada en 1965, tras casi 600 años de obras. De estilo gótico y de grandes dimensiones, es uno de los edificios más icónicos de la ciudad, recubierto con el blanco mármol de Candoglia, con altos pináculos y coloridos vitrales con detalles de las Escrituras. Su punto más alto alcanza los 108 metros, donde se encuentra “La Madonnina”.

Desde el primer día que estuve en la ciudad, fui a conocerla; más que eso, debería decir que la contemplé. Así como a Renzo, “Il Duomo” causó en mí una profunda admiración y me dejó boquiabierto. Sin embargo, fue hasta hace poco, cuando se acerca el final de mi estadía en Milán, que decidí visitar la parte alta de la catedral, desde donde se pueden observar vistas únicas de la ciudad. Más que detenerme únicamente en los panoramas que ofrece, esa experiencia me llevó a pensar y a reflexionar sobre el poder de la belleza.

En una sociedad que tiende a la comercialización de lo aparentemente bello, hasta tal punto de banalizarla y presentarla como algo meramente superficial, es arduo entender toda la fuerza que encierra. Tal es su poder, que desde antiguo se define como algo que impacta al humano, como algo que deleita.

“La belleza no se puede medir como si fuera una magnitud. Escapa a toda constatación precisa. Todos estos vocablos no dicen más que lo fascinador, lo que arrebata o sobrecoge emocionalmente”, explica el filósofo Josef Pieper.

Precisamente, por el impacto que genera en el humano según lo que percibe (y, por tanto, según su “capacidad” de apreciar lo bello), es difícil comprender una noción de belleza objetiva. Sin embargo, las cosas no son bellas porque gustan, sino gustan porque son bellas y por eso podemos hablar de cualidades que deben reunir para ser consideradas bellas, como su integridad, unidad, orden, armonía, proporción, esplendor y claridad.

Quienes proyectaron “Il Duomo” comprendían el poder fascinador de la belleza. Desde el estilo Gótico, que con sus alturas representa el deseo de lo terreno de alcanzar lo divino, cuidaron cada detalle y simbolismo para transmitir un mensaje de esperanza. Esto muestra como la belleza —en este caso en el arte religioso— tiene el poder de llevar al ser humano hacia lo trascendente.

“La humanidad puede vivir sin la ciencia, puede vivir sin pan, pero nunca podría vivir sin la belleza, porque ya no habría motivo para estar en el mundo”, afirmaba atrevidamente Dostoievski. Otros, como el poeta Cyprian Norwid, la colocan como uno de los motivadores más fuertes para la transformación del mundo: “la belleza sirve para entusiasmar en el trabajo y el trabajo para resurgir”.

En una época en la que la belleza ocupa un puesto especial, es necesario descubrir su verdadero poder e implicaciones en diversos campos del hacer y del saber, su poder transformador e inspirador en el arte, en la ciencia, en la vida de los pueblos, y su fuerza de atracción para comunicar la verdad.

*Periodista. Máster en

comunicación corporativa.

jgarciaoriani@gmail.com