El tiempo del “Peje”

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05 July 2018

La victoria de Andrés Manuel López Obrador, el “Peje”, como se le conoce popularmente, desvaneció cualquier denuncia de fraude. La diferencia frente al segundo y tercer lugares fue holgada y no dio lugar a discusiones acerca de cambios en las tendencias ni en el conteo rápido publicado por el Instituto Nacional Electoral (INE) la noche del día de la elección, ni en los datos que arrojó el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP).

México encara dos grandes retos. Uno se sobrepuso el 1 de julio y tuvo relación con la organización de la elección. El otro se afrontará durante el próximo sexenio. Respecto del primero, los organismos electorales reconocieron que la dimensión de los comicios era descomunal. Estaban habilitados para votar 89 millones de personas, se instalaron casi 157 mil casillas (el equivalente de las JRV en El Salvador), nombraron a un millón 400 mil miembros en esas casillas para que contribuyeran a que los ciudadanos ejercieran su derecho al sufragio y para contar los votos; y los cargos a elegir, incluyendo los miembros de los concejos de las 16 alcaldías de la Ciudad de México, sumaban más de 18,000 a nivel nacional.

Los cambios generacionales en el padrón representaron la novedad. Lorenzo Córdova, presidente del INE, informó que el 40 % de los electores son menores de 34 años (35.3 millones); 25.6 millones tienen entre 18 y 29 años (el 29 % del padrón); 12.8 millones entre 18 y 23 años estaban habilitados para elegir por primera vez un presidente; y 6 millones se estrenaron como votantes en una elección.

Por otra parte, el proceso se calificó como el más vigilado de la historia de México. Se registraron 29,579 observadores nacionales y 907 extranjeros de 60 países. Los representantes de partidos y candidatos que cuidarían la elección totalizaron 6 millones 400 mil. La tecnología agilizó la transmisión de las actas y el procesamiento de los resultados. Asimismo participaron universidades de comprobado prestigio en la auditoría del PREP y una comisión de expertos, estadísticos y actuarios mexicanos, revisaron los números del conteo rápido hasta concluir que la solidez de los cálculos era tal que el presidente del INE los podía comunicar a la nación.

De hecho, a las 11:00 p.m., tal como lo anticipó el titular del INE, el conteo rápido confirmó que los números favorecían al candidato de MORENA. López Obrador habría obtenido entre el 53 % y el 53.8 % de los votos. El segundo desafío inició una vez confirmada la ventaja del tabasqueño. El virtual presidente tendrá que cumplir lo prometido. En su primera intervención dijo a los mexicanos que buscará la reconciliación, se comprometió a respetar las libertades, garantizó la autonomía del Banco de México, señaló que mantendrá la disciplina financiera y fiscal, que no habrá confiscación de bienes, que desechará todo tipo de comportamiento arbitrario y, principalmente, que combatirá la corrupción.

En el Zócalo, minutos después de su primer discurso y contraviniendo algunas de sus declaraciones anteriores, en especial las vinculadas a la disciplina fiscal, el nuevo mandatario ratificó sus propuestas asistencialistas. Leo Zuckermann, un reconocido analista mexicano, resumió en una columna de opinión, días antes de la elección, la millonaria inversión que involucraban las promesas para atraer el respaldo de los jóvenes. Los ninis se beneficiarían con becas de dos mil 400 pesos. A los que no lograron ingresar a las universidades públicas, unos 300 mil jóvenes, les ofreció un “proyecto educativo emergente”. A los que sí estudian, aproximadamente dos millones 300 mil, se les inscribiría en un “programa de empleo como aprendices en empresas pequeñas, medianas o grandes, tanto del sector público como del privado”. El Estado les entregará un subsidio equivalente a 1.5 salarios mínimos (unos cuatro mil pesos por mes). Luego habrá una beca mensual para los estudiantes de nivel medio superior, equivalente a medio salario mínimo (mil 343 pesos).

El primer presidente de izquierda dijo que tiene la ambición de pasar a la historia como un “buen presidente”. Ese legítimo deseo se cumplirá si rechaza el populismo, si acepta el republicanismo respetando la separación de poderes, y si mantiene el entendimiento de los ciudadanos como el eje central de su gobierno.

Doctor en Derecho con

maestrías en ciencia política

y estudios electorales