Nicolás y Andrés

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27 June 2018

Es mediodía en Londres y todo parece transcurrir con normalidad en el pub donde me encuentro. Los clientes regulares se agrupan en las mesas de siempre y discuten con pasión y ahínco cada página de los matutinos. Veo algunos turistas desorientados que aprovechan una lager fría para conectarse al wifi y seguir planeando su ruta.

En el sótano se ha acondicionado un salón que recibe a grupos grandes. Este espacio ha sido saturado hoy por uno de los “Free Walking Tours” en los que un guía lleva a visitantes por los puntos más importantes de la ciudad y termina ofreciéndole a los clientes una de las tradicionales “bitter ales” que tanto disfrutan los británicos.

Todo transcurre con normalidad en el pub, salvo una pequeña esquina, donde hay tres o cuatro mesas y un televisor mostrando el Uruguay-Egipto. A simple vista, el partido parecería de trámite y los tres puntos casi asegurados a los charrúas, pero el fútbol es fútbol y el Mundial es el Mundial y no hay un solo partido con la suerte echada.

Esto lo evidencian Nicolás y Andrés, dos hermanos provenientes del pequeño país sudamericano cuya población es la mitad de la de El Salvador. Desde temprano nos sentamos en ese pub, a pocos pasos de la icónica Plaza Trafalgar y del Número 10 de Downing Street. Estamos en el corazón de la toma de decisiones del Reino Unido, acaso a menos de cien metros de la misma Theresa May y a tres cuadras del Parlamento, pero por las siguientes dos horas lo único que importa es esa esquina donde está el televisor.

Nico está luciendo los colores del Club Nacional, el “Padre y decano del fútbol uruguayo”. Lleva el escudo tricolor en el corazón y desde el inicio del partido muestra ser un cliente inusual en este establecimiento fundado en 1674. A diferencia de los regulares, los turistas y los oficinistas que pasan a tomar su almuerzo en calma, él grita, se emociona, insulta, le pega a la mesa y vive lo que yo nunca he vivido: ver a mi país en un Mundial, desgarrarme la garganta con el himno y estar al borde del colapso en cada jugada.

Nico asusta a los primeros clientes y no es para menos, un balón de Cavani fue oportunamente desviado cuando parecía ir destinado al fondo de la red. Los hermanos charrúas lo resienten, se les nota.

Pese a que Andrés lleva puesta la tradicional celeste de su selección, también lleva al Nacional en el corazón y de manera más literal: se lo ha tatuado. Y junto a su hermano va sufriendo segundo a segundo. Cada tiro de esquina suplica “gol, gol, gol”, cada contragolpe egipcio parece ocultarse tras sus manos. Y cada vez que sus connacionales terminan una jugada que culmina en las manos del portero, grita cosas que en este espacio no puedo repetir.

Así viven el Mundial estos hermanos, rompiendo la gélida paz de un establecimiento tradicional. Pero los regulares, los turistas, los oficinistas y los guías del tour no lo resienten. Por el contrario, los miran con admiración, un poco como hago yo. Sin notarlo, ellos y su pasión se han vuelto una de las atracciones principales de este día en el pub. Y es que hoy, estos dos hermanos que se encuentran a once mil kilómetros de casa te hacen sentir ahí, en el corazón de Paysandú, su ciudad natal.

Nada preparó al lugar para el momento en el que un cabezazo del defensa José María Giménez venció al portero egipcio, cerca del final del partido. Los hermanos perdieron todo atisbo de cordura. Su júbilo era explosivo, sus gritos y palmadas a la mesa, sus abrazos hicieron consciente a todo el lugar de que el mes más feliz en cuatro años ha llegado.

A los que no podemos ver a nuestro país jugar nos toca vivir “de prestado”, subiéndonos a la felicidad de otros equipos y disfrutando cada encuentro. Esta vez me tocó verlo con Nico y Andrés, quienes nunca bajaron la guardia y alentaron a su selección todo el partido. En un acto de resignación, pienso que es divertido dejarse contagiar por esta emoción. Y sí, el gol también lo grité como si fuera propio y por un momento olvidé todos mis problemas y responsabilidades.

Ya lo dijo el argentino Ignacio Copani, “suena el silbato y yo me escapo del mundo, simplemente fútbol, mi alma contenta por noventa minutos, simplemente fútbol”. ¡Feliz Mundial!

Analista político

@docAvelar