Recuerdo a mi padre, aconsejándonos a mis hermanos y a mí, sobre la conveniencia o no de ciertas amistades. “Escojan bien a sus amigos, porque ‘dime con quién andas y te diré quién eres’. Y no se fijen si una persona es pobre o rica, fíjense en que sea honrada”, nos decía.
Recordando sus palabras caigo en cuenta de que hace muchísimo tiempo que no escucho aquella frase de “pobre, pero honrado”, siempre dicha con legítimo orgullo. Porque ahora parece que todo es admisible, por execrable que sea, ¡con tal de no ser pobre!
¿Cómo perdimos nuestra cultura de respeto, de amor al trabajo, de satisfacción por el deber cumplido, de sano orgullo por la tarea bien hecha? Esa era nuestra idiosincrasia, reconocida tanto por países vecinos como lejanos. ¿Y ahora? Nos ven con ojos de conmiseración algunos y con desprecio muchos. Somos un país violento y estamos sumidos en la más inconcebible corrupción.
Para resurgir se debe tocar fondo; creo que ya lo hicimos, con la podredumbre que el Fiscal General ha hecho pública esta semana. Para quienes nos preguntábamos “¿dónde está el dinero?”, la respuesta ha sido clara: el dinero está donde los indicios de un enriquecimiento exprés y un derroche exorbitante nos lo indicaban. Ahora es cuestión de armar un caso (o decenas de casos) indestructible, a fin de que nuestro país reinicie el camino de la razón y la honradez.
Pero falta más. Se debe llegar al fondo de lo que sucedió en el “Masferrari”, donde tantas cosas extrañas se dieron, las que personas muy conocidas (luego amenazadas como “calumniadoras”) pidieron que se investigaran. ¿Hubo una joven muerta por ese accidente o no? ¿Se mal utilizó (de nuevo) el poder presidencial para ocultar evidencias, para involucrar a miembros del Ejército, para amenazar/comprar a posibles testigos? Hospitales, médicos, vecinos y transeúntes de aquella fatídica noche, aseguran que algo muy feo sucedió. ¿Llegará la justicia a establecer la veracidad de los hechos? Eso es conveniente para todos, en especial para que iniciemos el largo camino de la recuperación de la confianza en un sistema que ha sido cómplice de la corrupción.
Estoy optimista; creo que, desde ya, los salvadoreños estamos obteniendo una buena ganancia con este horrendo “Funesgate”: el que cada uno tome conciencia de que ya no habrá impunidad, de que, gracias a la reciente sentencia de la Sala de lo Constitucional, esos delitos no prescribirán y la Justicia algún día alcanzará a los corruptos. ¡Buena motivación para ser honestos!
Y, aunque la corrupción es un tema personal, son los partidos políticos los que deciden por quienes después votaremos. Deben tener los filtros necesarios para escoger bien, eliminando de sus planillas a cualquier “animalita”, aunque atraiga votos. Espero que Carlos Calleja se rodee de personas de altas calificaciones morales e intelectuales y se aleje de personajes que, lejos de darle brillo a su imagen, se lo están restando.
Volvamos a las lecciones sencillas y ciertas que nos enseñaron nuestros mayores. Transmitámoselas a nuestros hijos, nietos, bisnietos. Mañana, papás, aprovechen el día al estar con sus hijos y cuéntenles las enseñanzas que ustedes recibieron, háganles énfasis en que la felicidad solo puede encontrarse teniendo una vida y una conciencia limpias, siendo honrados y útiles para ellos mismos y para los demás.
¡Bendiciones y felicitaciones, papás, en el Día del Padre!
Empresaria