El volcán de Fuego

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Por Ronalth Ochaeta

16 June 2018

Como guatemalteco deseo manifestar mi inconmensurable agradecimiento a mis colegas diplomáticos acreditados en el país, a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, sus funcionarios y personal administrativo; a las amistades salvadoreñas y este medio de comunicación, por su ejemplar gesto humanitario de solidaridad para mis compatriotas damnificados por la erupción del volcán de Fuego. Tuve el privilegio de su confianza para ser receptor de ayuda humanitaria a las 72 horas siguientes del devastador fenómeno natural. Su ayuda material se trasladó directamente a los afectados, a través de la Iglesia Católica, Diócesis de Escuintla, a donde la tarde del fatídico domingo 3 de junio centenares de personas afectadas buscaron refugio y atención de emergencia. Así, se organizaron distintos albergues encabezados por el Obispo Víctor Hugo Palma. La respuesta, especialmente el altruismo de los y las salvadoreñas, nos conmueve como guatemaltecos y nos deja con una deuda moral frente a ustedes. La tragedia vivida en la zona de desastre es dantesca. Son aproximadamente más de 1.7 los damnificados, centenares las personas quemadas, por emanación de flujos piroclásticos; que junto a correntadas de lahares que descendieron del volcán, sepultaron dos asentamientos humanos y causó severos daños materiales a otras comunidades del área, y la infraestructura vial de la Ruta Nacional 14 que comunicaba las ciudades de Escuintla y Antigua Guatemala. Las cifras oficiales de muertos y desaparecidos son inciertas. La magnitud por ahora es indescifrable al no existir un censo actualizado de las zonas habitadas y porque el flujo piroclástico alcanzó temperaturas de hasta 700 grados, lo que pulverizó y petrificó a las personas en números quizás nunca cuantificable. No obstante, lo más difícil de enfrentar está por llegar. El invierno copioso que se anuncia provocará que se laven laderas y barrancas que acumulan restos orgánicos de animales, personas, y millones de metros cúbicos de material volcánico que indefectiblemente en forma de lodo llegarán a los ríos y provocarán devastadores daños en el margen de sus laderas e inundaciones a su paso.

La salud de los damnificados en la zona de riesgo, como de los habitantes de ciudades vecinas es vulnerable por la constante ceniza que arrastra el viento a través del aire contaminado también por gases inholoros. A futuro, es incierto si como en otros trágicos acontecimientos de la naturaleza; o los causados por la mano del hombre, se presentarán enfermedades de otro tipo.

El ecosistema tendrá alteraciones y la geografía de la zona es previsible que cambie. El departamento de Escuintla produce más del 40 por ciento del Producto Interno Bruto del país, de manera que la magnitud de este desastre y de continuar la intensidad del coloso, afectará la actividad económica.

La responsabilidad y obligación del gobierno de turno es brindar la protección a las personas afectadas considerando que la persona humana es el principio y fin del Estado. Pero también la responsabilidad social de los empresarios y productores será importante para la reconstrucción de la zona. El desafío estriba también en el manejo de la prevención y la respuesta eficaz a los fenómenos naturales. En las calamidades la esencia y naturaleza del ser humano se distingue, por ahora, la empatía y solidaridad de la sociedad civil se volcó en prestar ayuda a los damnificados. Las lecciones aprendidas en esta tragedia son para todos, gobierno central; alcaldes; y sociedad. Se debe hacer un manejo responsable y distinto de los modelos de desarrollo en zonas altamente vulnerables, y por añadidura las lecciones deberían ser aplicables para países asentados en el denominado Cinturón de Fuego del Pacífico. La reconstrucción está por edificarse en tiempos inciertos, su ayuda suma. Por lo expuesto, y el acompañamiento solidario a los invisibles de siempre, por ellos, y en mi nombre, reciban nuestro afecto, e infinita gratitud. Que Dios bendiga a El Salvador.

Representante de la OEA/El Salvador.

(Este artículo no refleja la opinión

de la OEA, sino solo del autor).