A estas alturas del desarrollo humano, aunque lo obvio no necesita ser probado, a casi doscientos años del desarrollo de las teorías económicas por parte de Carlos Marx, todavía es relevante hacer notar las virtudes del capitalismo.
Gracias a éste, se ha potencializado el progreso de la humanidad, no solo en términos de desarrollo tecnológico (que se traduce en una vida más cómoda y eficiente), sino que en términos de “buen vivir”, que se tangibiliza en grandes mayorías de seres humanos mejor alimentados, mejor educados, con mejor atención médico-hospitalaria y una mayor esperanza de vida; habiendo provocado, asimismo, una considerable disminución de la pobreza en vastas regiones del globo terráqueo.
El capitalismo no es solo un sistema económico. A él se le unen como compañeros de viaje, una serie de características humanas que ha demostrado ser muy convenientes para los colectivos sociales. La primera de ellas: el ánimo de lucro, que es precisamente el motor de toda la iniciativa y emprendimiento empresarial, el cual garantiza el progreso de las sociedades. Por otro lado, lo acompaña también la libertad de expresión, prensa y pensamiento, que a la vez que actúan como un poderoso músculo social, son un agente inoculador de las tiranías, ya que lo primero que intenta hacer un tirano es tratar de enmudecer al pueblo y unificar su pensamiento.
Dentro de ese sistema económico, florecen también los pesos y contrapesos propios de una república, que es su sustrato político, el cual que pone un paro a los posibles abusos de sus gobernantes. Su laicismo político y académico, junto al imperio del derecho, permiten que las sociedades y sistemas de gobierno, sean inclusivos y, de esa forma, puedan escapar de la imposición de visiones unívocas de las mayorías sociales o grupos de poder.
Las ventajas del capitalismo, se resumen en una expresión: libertades individuales. Por ello es que estas no pueden desarrollarse bajo regímenes totalitarios, ni de derecha ni de izquierda, que tan nocivos resultan para su existencia y desarrollo. Tan nocivos resultaron ser para el desarrollo integral de los pueblos, tanto el régimen represivo militar, como el de Pinochet en Chile; como el claustrofóbico manicomio administrado por los hermanos Castro, en Cuba.
Cuando se hace un análisis sobre el tema, se debe de evitar caer en la tentación de hacerlo únicamente desde la perspectiva económica. ¿Se debe justificar la dictadura pinochetista en Chile, la orteguista en Nicaragua o incluso el nazismo alemán, únicamente por el hecho que brindaron estabilidad económica a sus pueblos? La respuesta clara es que toda dictadura, de derecha o izquierda, es condenable, más allá de los resultados económicos que producen, ya que, todas ellas, sin excepción, atentan contra el bien humano más preciado que existe: la libertad individual.
Más allá de su credo, nacionalidad, raza o nivel socioeconómico, todo ser humano aspira al progreso personal y económico, y si es por su propio esfuerzo, mejor. El capitalismo y sus derivados: el libre mercado y la libre competencia, son una de las vías en que ese progreso se puede garantizar para todo aquel que quiera tomar un riesgo empresarial o para quien sepa como innovar; pero también brinda esa posibilidad de progreso, aún para aquel que no quiera hacer ninguna de tales cosas, pero que esté dispuesto a trabajar. Para ello, basta echarle un vistazo a la Historia.
Marx vivió y teorizó sobre su presente; pero fue incapaz de ver el futuro. No tener capacidad de ver el futuro, es algo entendible, no todos los analistas son visionarios; lo que no es comprensible, es como algunas mentes del Siglo XXI, se niegan a aceptar la realidad: el capitalismo —aun con sus defectos— es sinónimo de progreso; mientras que el comunismo —así como cualquiera de sus variantes, incluido el tan nefasto populismo— es la causa principal de la ruina de los pueblos. Han pasado doscientos años, pero aún hay personas que todavía no aprenden la lección.
Abogado,
máster en Leyes.
@MaxMojica