En mi primer artículo les contaba cómo el mercado de cafés especiales se desarrolló en los países consumidores, donde se dieron cambios importantes en los hábitos de consumo. Terminé diciendo que “la caficultura es demasiado importante en el mundo para que deje de existir. Todos arriba en la Cuarta Ola”.
Pero me quedé corto en el verdadero enfoque que debemos darle a nuestro esfuerzo, porque somos los cafetaleros quienes debemos hacernos sentir como una ola que arrasa con fuerza y deja una huella de bienestar y prosperidad.
La caficultura merece verse como lo que es: una actividad que con su aporte permitió construir infraestructura importante que ahora es parte de nuestro desarrollo y que dio trabajo en el campo a miles de personas. Si se rehabilita de nuevo puede volver a aportar mucho más, sin olvidar la importancia que ahora tiene para el medio ambiente y los mantos acuíferos que sustentan nuestras ciudades.
Se calcula que en el mundo somos 25 millones de productores y 125 millones de personas que dependen directamente de la producción del café. Es además una actividad ancestral con muchas generaciones que han cultivado la tierra con pasión y apego a su cultura; ahora la mayoría de estas personas está en una situación delicada en un negocio con incertidumbre y con altas posibilidades de perder su patrimonio.
Los cafetaleros debemos tener una sola brújula que nos lleve al destino de productividad para convertir nuestra actividad en un negocio rentable. La solución de la caficultura es la eficiencia y lograr darle un valor agregado basado en la calidad.
Lo anterior es básico en nuestro negocio, pero actualmente el mercado de cafés especiales es un mercado limitado y no dispuesto a pagar lo que realmente cuesta producir el café de alta calidad que se requiere, y que permita dejar una ganancia razonable al productor. Para producir café de alta calidad se debe de invertir más para lograr que la fruta llegue a su plena madurez. Los cafés especiales en su mayoría son cafés de estricta altura donde la extensión de la tierra es menor, se produce con más dificultad por las lejanías y lo difícil de los terrenos, además requiere de más insumos para su protección, sanidad y nutrición. La productividad de un café especial es menor a la de un café genérico, por lo menos un 20 % menos dependiendo de la calidad para lograr un puntaje de taza de especialidades.
Con el planteamiento anterior tenemos dos posibilidades: Obtener ingresos mayores lo cual está difícil, o bajar los costos de producción y aquí es donde la gestión gubernamental es muy importante.
Lo que necesitamos urgentemente es tener reglas claras, seguridad jurídica y personal, trámites sencillos para la producción y exportación, que se cumplan compromisos legales como la devolución oportuna de IVA y lo más importante: establecer medidas temporales para bajar los costos de producción, como la eliminación de los impuestos de importación para la maquinaria e insumos, la eliminación de la restricción en la tenencia de la tierra, mejorar las escuelas y la salud en las zonas cafetaleras, introducir servicios básicos, accesos, agua y electricidad e incrementar los aranceles al café importado para incentivar el consumo nacional.
El Salvador ha sido un productor de buenos cafés por que sabemos producirlo y conocemos de buenas practicas agrícolas, pero desafortunadamente ya no somos rentables, los costos son más altos que los ingresos y necesitamos revertir esta situación.
“La caficultura es demasiado importante en el mundo para que deje de existir. Todos arriba en la Cuarta Ola”.
Colaborador de
El Diario de Hoy