¡Qué semana! Los nuevos alcaldes recibieron sus varas edilicias, los nuevos diputados han sostenido sus primeras sesiones plenarias. Las luces, los reflectores, las cámaras y los micrófonos han sido para ellos, para sus primeras declaraciones, para sus primeros deslices. ¡Vaya! En el momento que he escrito “sus primeros deslices” he caído en la cuenta de que habrá que escuchar, ver y soportar quién sabe cuántos más, “errare humanum est”. De no ser porque la cosa va en serio, tendríamos que pedirle a Luigi Pirandello que escribiera una obra para ellos, actores todos en busca de autor. No me queda claro si sería comedia o tragedia, en fin, teatro del absurdo.
Alguna explicación debe haber para errores tan garrafales. “Es que están aprendiendo” no sirve, pues no son novatos. “Son escasos de luces” tampoco, no estarían donde han llegado si lo fueran. “Es que obedecen líneas de su partido”... Tampoco, pues sus partidarios son los más sorprendidos, los más enojados, indignados y arrepentidos. Hasta están juntando firmas para conseguir que renuncie el que ahora más repudian. ¡Lo nunca visto! A menos de una semana de reelecto, el diputado consiguió que quienes votaron por él le griten ahora que ya no los representa. Perdió su representatividad, que es la razón de ser un diputado. Inaudito. ¿Recuerdan aquella frase de “soy dueño de mis silencios, pero esclavo de mis palabras”? ¿Quién la decía?
Apenas tres meses hace que los tricolores se mostraban eufóricos. Sus precandidatos competían con fuerza por la representación presidencial, sus partidarios sentían que votaban por el próximo presidente. Los no partidarios “nos ganábamos”, como dicen los peruanos: sin haber pagado entrada gozábamos del espectáculo. El mejor que había habido nunca, dicen por ahí. Los precandidatos corrieron en serio, jugaron sus piezas, apostaron fuerte. Alguien tenía que ganar, todos lo sabían. Pero parece que ganando uno, muchos creyeron haber ganado también. Se crecieron, se envalentonaron, creyeron llegado su momento. ¿Cuánto les duró el embeleso? Las pocas semanas que celebraron internamente. Todo fue bien en el círculo íntimo, parece, pero les falló al salir de allí. La sensación de poder ensoberbece. Esa explicación funciona mejor para entender aquellos dislates.
A una semana de haber salido al ruedo aquellos actores, dan la impresión de estar bajo el influjo de una luz que los enceguece, que los hace trastabillar. Sin norte, sin líder cierto y claro, parecen haber perdido la brújula. Sus propias plumas se equivocaron al ventilar en la Palestra lo que debió haber tratado solo adentro. Las respuestas que dice haber recibido han de haber sido inesperadas y muy desagradables, por lo que se pudo leer.
De no ser porque el tema es importante podríamos ver las cosas con menos gravedad, pedirle a algún García Márquez que viniera a escribir otra “Crónica de una muerte anunciada”, dejarlo que se deleitara anotando errores para luego hacerlos novela. Pero no se puede. Mejor consejo es el entender que no todos somos iguales ni pensamos lo mismo. Mejor camino es el de la institucionalidad republicana: activa, honesta, firme, sin aspavientos. Los tiempos ya no son los mismos y los errores se pagan caros. Sugiéranles que respiren, que tomen agua, que vuelvan a respirar. Que vean a ver a su izquierda, y encontrarán el rótulo que pone “troles trabajando”; que vean más allá y notarán rápidas recomposiciones, escaramuzas controladas, dirección centralizada, círculos concéntricos, filas ordenadas. Que agucen el oído, advertirán las pláticas entre colores intensos y los naipes repartidos. Quien sepa jugar canasta llevará ventaja.
Como bien dice el dicho popular: “Del plato a la boca, se cae la sopa”. Sobre todo, cuando la sopa que se toman está caliente y son solo invitados. Bajo su propia responsabilidad, tendrán 10 meses para caminar sobre cáscaras de huevo. Recuerden únicamente a aquella histórica madre española espetándole a su hijo la frase lapidaria: “No llores como mujer lo que no supiste defender como hombre”.
Psicólogo y columnista
de El Diario de Hoy.