Odio nacional

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Por Daniel Olmedo

10 May 2018

Si no ha visto Odio Nacional, capítulo de la serie Black Mirror, deje de leer esto. Es una historia tan buena que no merece un spoiler que se la estropee. Y eso es precisamente lo que haré a continuación.

En el Reino Unido, en un futuro cercano, las abejas se extinguieron. Millones de drones miniaturas cumplen su función polinizadora y mantienen el equilibrio ambiental.

Una periodista escribió un artículo criticando a una activista discapacitada. La columna le valió el repudio general; pero ella permaneció estoica ante las miles de críticas recibidas en sus redes sociales. Un día se degolló.

Luego un rapero se burló en la televisión de un niño admirador que le imitaba. Las redes se ensañaron contra la desalmada celebridad. Esa noche el artista se retorció en alaridos. También terminó muerto.

Se descubrió que en el cerebro de cada víctima había una de esas abejas robots. Entró por el oído y escarbó un canal hasta el cerebro, provocando un dolor fatal.

Previo a sus muertes, miles de usuarios habían posteado en las redes sociales los nombres y fotografías de los repudiados, precedidos del hashtag #DeathTo. La policía descubrió el juego macabro que proponía un sitio de internet: Quien antes de las cinco de la tarde tenga más menciones precedidas del hashtag #DeathTo, morirá al finalizar el día. La periodista y el rapero habían sido los ganadores en las primeras dos jornadas de esa competencia mortal.

Llegó un tercer día y una tercera víctima. El pánico invadió al país. El público, huérfano de una autoridad que controlara la situación, ubicó en el primer lugar de los #DeathTo a un ministro del gobierno.

El autor del juego era un genio informático que hackeó el sistema de abejas robots. Pero esas primeras víctimas solo eran su cebo. El objetivo real era vengarse de quienes detrás de una pantalla desbocan sus juicios, creyendo poder hacerlo sin consecuencias.

Así, el asesino movió su última pieza. Configuró a las abejas para que atacaran a quienes habían usado el hashtag #DeathTo en las jornadas previas. Los insectos se desplegaron por todo el país. Casi cuatrocientas mil víctimas aprendieron muy tarde que linchar sí tiene consecuencias.

Black Mirror es una serie que revela cómo se manifiestan hoy los eternos vicios de la naturaleza humana. Condenar a alguien desde el anonimato de la masa es algo que existe desde la Magdalena. Pero hoy es más fácil tirar piedras desde las redes sociales.

La Constitución reconoce el derecho a la presunción de inocencia. Eso poco le importa a muchas autoridades. Y poco nos importa a nosotros, la masa.

Feminicidios, violaciones de menores, homicidios, corrupción, participaciones en pandillas, crímenes de lesa humanidad, todo eso es abominable. Pero nada justifica que políticos, autoridades policiales, fiscales y activistas inicien un juicio mediático desequilibrado contra un acusado, y que luego nosotros, la masa, nos unamos a ese juego enfilando nuestro voto condenatorio en un clic.

Cuestionamos a diario a nuestros políticos. Pero nosotros, los ciudadanos, también tenemos nuestros demonios. Semos malos, decía Salarrué.

Nuestra sed de justicia no debe saciarse con imágenes que muestren a un tipo humillado, esposado o, incluso, ajusticiado. Debe satisfacerse con juicios justos, que castiguen proporcionalmente a los culpables, absuelvan a los inocentes y resarzan a las víctimas.

Los ciudadanos también somos custodios de la presunción de inocencia. Ante cualquier sujeto acusado —por más horrendo que parezca el crimen que se le atribuye— estamos obligados a la prudencia y paciencia.

Nuestros acusaciones precipitadas no son gratuitas. Alguien las paga en su dignidad. Ojalá que no llegue el día en que usted o yo paguemos los clics acusatorios de los demás.

Columnista de

El Diario de Hoy

@dolmedosanchez