Fiebre de colección

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Por Carlos Alfaro Rivas

08 May 2018

Cambió el milenio y bajó la fiebre de colección. En el siglo pasado coleccionábamos mil y un guilindujes: monedas, conchas, billetes, mariposas, máscaras… Ahora no padecemos de esa fiebre, salvo cada cuatro años, culpa de una editora italiana de la familia Panini.

A fines de abril, cuando en Lima representé al azul y blanco en triatlón, me llamó la atención el amontonamiento de gente en plazas y esquinas. “¿Qué pasa ahí?”, le pregunté al Uber. “Es la fiebre Panini, y eso que no es hora de almuerzo”, comentó y agarró vara: “Al principio dudaba si comprar el álbum, pero un pata me preguntó: ¿y si no volvemos al Mundial? ¡Razóoon! por lo que reservamos el de pasta dura y el 22 de marzo lo fuimos a buscar. En la cola exclusiva para reservas habíamos como 50. La del frente era para los demás, ¡más de 200! Nos cayeron compradores como moscas. Uno me ofreció 200 soles ($62), cuando nosotros pagamos 25 ($8).

“No hubo negocio. Abracé semejante joya y di gracias a Dios pues el Perú, junto a un país de Centroamérica que no recuerdo, no había vuelto al Mundial desde España 82, ¡Y ahora vamos a Rusia! Me propuse completar toda la Blanquiroja y encomendarla a San Martín de Porres, para que metan goles y no se dejen golear. ¿De dónde nos visita?”...

“De El Salvador, ahora el único país que no ha vuelto al Mundial desde España 82”, respondí con ganas de que el asiento me tragara.

“¿A ustedes les metieron 10 goles, no recuerdo qué país de Europa del Este, correcto?”.

“Sí, somos dueños del récord mundial de la mayor goleada cortesía de Hungría”, respondí mientras me pegaba al asiento como estampilla.

Multitudes peruanas por doquier. De hecho, hasta los vecinos que suponían echarnos porras en la pierna de bicicleta de la triatlón, preferían cambiar repetidas. “¡Pista, pista!”.

Continuaba el Uberiano: “Aproveché el feriado de Semana Santa, sin tráfico, para intercambiar, por todo Lima, mis 400 repetidas, y comprar escudos y leyendas. No te imaginas la felicidad que sentí al completarlo, ¡le gané a mi pata!”.

La brillante idea de Panini trasciende generaciones y fronteras. Presente en 100 países y todos los mundiales desde México 70. Con mejora continua cada cuatro años, ¡ahora en pasta dura! Y espacio para 682 cromos auto adheribles (no con engrudo como antes), de excelente calidad de impresión (ojo con los chabeleados).

Los que padecen de fiebre de colección deben completar los rostros de los jugadores, entrenadores y escudos de 32 equipos (Perú incluido, El Salvador aún brilla por su ausencia), semejantes estadios y leyendas que han perforado redes en mundiales pasados.

Me contaba mi nuevo amigo Limeño que de no haber repetidas, completar el Panini le hubiese costado 330 soles ($102), pero que, con lo que le pagó a los truequeros, acabó desembolsando cinco veces más. Ni modo, para reducir el daño, ahora es Uber-truequero. “¿Cuántas va a querer?”, preguntó barajeando el manojo.

No soy psicólogo pero la fiebre de colección ha pegado tan duro en el Perú, por la euforia colectiva, de 32 millones, que finalmente volverán a codearse entre los grandes, “no importa el resultado”, decía mi amigo. “Con tal de que no nos acribillen como a ustedes”. Limón a la llaga, con todo y sonrisa desde el retrovisor.

En El Salvador, la fiebre no ha llegado a 42, pero si tenemos calentura. Abunda el intercambio en la oficina, se forman marabuntas en los centros comerciales; para miles, la app que lleva el control entre repetidas y restantes, es escala mandatoria entre el chat, el Feis, el Instagram y la app de Pilsener.

La fiebre de colección nos carga las pilas, nos hace sentir ganadores; es un refugio temporal de tanta mala noticia, de cualquier angustia. Para Panini, es la mejor forma ($$$) de llenar el vacío entre las fechas de clasificación, y el 14 de junio, fecha en que inicia la fiesta mundial como ninguna. ¡Solo 36 días!

“¡Rusia, (hipo) Rusia!” hace la ola la lorita Pepita en lo que se empina un shot de vodka y pega el último cromo en su álbum Panini.

Columnista de El Diario de Hoy

calinalfaro@gmail.com