Soy la menor de ocho hermanos: por eso es que mi mamá, cada 10 de mayo recibe ocho felicitaciones. Y la verdad de las cosas es que merece muchas más porque tener ocho hijos —aparte de los obvios retos que conlleva la crianza, educación y cuidado multiplicado por ocho y dividido entre dos sueldos, a veces cortitos— es algo por lo que aparentemente, una mujer tiene que dar explicaciones. Las preguntas invasivas y comentarios burlones que a cualquiera le sacarían el lado menos amable, mi mamá los ha enfrentado siempre con buen humor y elegante inteligencia que le envidio.
A ninguna persona con nociones mínimas de educación, civilidad y respeto a la pacífica convivencia en sociedad se le ocurriría, en su sano juicio, en medio de la informalidad de una conversación casual, preguntarle a un hombre sobre el estado de su próstata o sobre los detalles médicos específicos de su última colonoscopía. Esa cortesía aparentemente no se le extiende a las madres de familia numerosa en nuestro país, pues he atestiguado la infinidad de veces que mi mamá, en entornos tan diversos como el supermercado o después de dictar una conferencia académica, le ha preguntado cualquier extraño tras oír que tuvo 8 hijos, “¿ocho? ¡Qué locura! ¿Cesárea o natural? ¿A propósito o fue accidente?”.
Y es que se oirá mucho que las mujeres tienen derecho a tomar decisiones sobre su cuerpo pero la verdad de las cosas es que si la decisión es tener ocho hijos, cualquiera se cree con el derecho a cuestionar, tanto la sanidad mental de la mujer, como la responsabilidad de su pareja, sin el respeto al derecho de escoger que dicen motiva cruzadas legislativas y campañas mediáticas.
Revelar que soy la menor de ocho me ha dado una maestría en anticipar los poco originales comentarios, siempre de extraños a los que no les debo explicaciones sobre mi vida o la de mis papás. Una muestra que incluye, “en tu casa seguramente no había televisor”, “¿todos son de los mismos papás?”, “mínimo son del Opus”. Aunque lo hacen con humor, nunca me han dado risa. Simplemente porque son insinuaciones de ignorancia, fanatismo, o accidente que insultan la responsabilidad, intencionalidad, paciencia y cariño infinito que ha puesto mi mamá en la atención que, desde la cuna hasta la salida de la casa, nos ha dado a mí y a cada uno de mis 7 hermanos, siempre respaldada por mi papá.
Atención personalizada y diferente porque salimos a cual más originales. Cariño y paciencia infinitos porque algunos de nosotros no se la pusimos tan fácil. Y a pesar de las partes difíciles, puede decir misión cumplida, pues tiene 8 hijos que andamos por la vida buscando ser útiles para el mundo y los demás, a sabiendas que el verdadero éxito es ser felices.
Claro: la manera en la que funcionan los mercados y la economía actual ha convertido a familias numerosas como la mía en especie en peligro de extinción, sobre todo en países desarrollados. Por supuesto que a nuestra familia de ocho le habría sido imposible salir adelante sin el privilegio de la estabilidad familiar (casi siempre) laboral, y por supuesto, la pequeña aldea constituida por abuelos, amigos, tías, y vecinos que echaron una mano con jalones de pelo, cuido, y recogidas de colegio. Por supuesto que son privilegios que al faltar, le limitan las opciones a muchas mujeres que toman decisiones diferentes a los ocho “sí” de mi mamá. No hacen su sí menos importante o sacrificado. Ni decrecen en ninguna medida mi gratitud infinita. ¡Feliz día multiplicado por ocho!
Lic. en Derecho de ESEN
con maestría en Políticas Públicas
de Georgetown University.
Columnista de El Diario de Hoy.
@crislopezg