Un anuncio del partido del exalcalde muestra el complejo de la remozada Plaza Morazán, el Teatro Nacional y la Catedral y aclara que no es Roma, sino la Ciudad de San Salvador.
¡Por su puesto que no es Roma! Es impensable ver la Ciudad Eterna con la Fuente de Trevi o la Piazza Spagna o la Piazza Navona o el Vaticano rodeados por el desorden vial, ventas callejeras, violencia y pandillas, como sí sucede en la Ciudad de San Salvador.
Nuestra capital no es solo el mero centro o Centro Histórico, al que la administración edilicia anterior trató de presentar como un gran teatro al aire libre para mostrar su espectáculo e impresionarnos.
Fuimos a recorrer el corazón de San Salvador con un grupo de amigos y ciertamente impresionan las iluminadas estructuras del Palacio Nacional y la Catedral con la Plaza Barrios y el Teatro, pero este escenario está rodeado de desorden. Solo hay que ver cómo dejó cerrado con lámina pintada de celeste, el color de su partido, el predio universitario al costado poniente de la Catedral. Pero eso no sale en las fotos.
Tampoco en las fotos aparecen los cientos de puestos de venta ¡montados sobre las aceras! e incluso casi a media calle, donde los peatones no tienen dónde caminar con seguridad y se exponen a ser arrollados al bajarse a la pavimentada.
Los que se ufanan mostrando las fotos de la Catedral y el Palacio relucientes vayan a ver el resto del centro de San Salvador y verán y me dirán si no les da miedo.
Para creer en ella, yo hubiera querido que esa administración hubiera dejado una ciudad más segura, con un sistema vial ordenado y con ventas alojadas en centros comerciales decentes y no en plena calle.
Ahora no entiendo con qué autoridad puede exigir que no se construya un edificio alguien que dejó obras a medias, heredó deudas por 279 millones de dólares a otros y nunca se preocupó por la salud de los salvadoreños hasta hoy que ve la oportunidad por estar en precampaña. Puro populismo.
Habrá quienes me digan que “algo hizo el hombre”. Sí, pero tres años no eran para hacer “algo”, sino mucho, sobre todo con cientos de millones de dólares en su haber.
Si fueran obras completas, San Salvador sería realmente como Roma y hasta mejor, porque es más pequeña y perfectamente se pueden hacer obras para que los vendedores tengan puestos decentes dentro de centros comerciales, los transportistas y automovilistas no entrarían al centro con el temor de que verse en un interminable atasco y prevalecería la seguridad ciudadana.
¡Cuidado! No nos dejemos engañar ni explotar el sentimentalismo y menos lavar el cerebro por troles municipales.
De poco sirve mostrar las plazas remozadas si en los alrededores y el resto reinan el desorden y la inseguridad, así como las calles llenas de baches y suciedad.
Lo que queda en evidencia es un deseo desesperado de impresionar, de “vender” postales, de apantallar, de “cambiar espejitos”, traficar con ilusiones. Una carta de presentación.
Para todo lo que se dice que se ha gastado, era de esperar más.
Como dicen, el que es, es y no tiene necesidad de andar haciendo el papel de ilusionista o Mandrake con trucos o ademanes hipnóticos, sino que sus obras son las que hablan por él.
Los salvadoreños debemos ser más críticos y no dejarnos impresionar fácilmente. Ya tuvimos una experiencia con las gestiones efemelenistas, que prometieron el cielo y la tierra y solo generaron más impuestos, más inseguridad, más despilfarro, más pobreza y más desabastecimiento en la red de salud pública.
No debemos caer en las “nuevas ficciones”.
Periodista