Una solución distinta

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Por Daniella Saade

27 April 2018

Ante la marea de comentarios en favor y en contra del aborto, consideré que como científica podía aportar alguna idea para aquellos que quizás han entrado en duda o que ya no soportan escuchar los mismos argumentos. Simplemente intentaré acudir a la ciencia, a una ciencia que incluso muchos médicos han olvidado.

No quiero dejar de empezar hablando de Shinya Yamanaka, un científico que en 2012 fue premio Nobel de Medicina. Él antes investigaba con células embrionarias humanas (sí, células obtenidas de la fecundación de un óvulo con un espermatozoide, es decir, embriones). Durante una de sus investigaciones, al mirar al microscopio a los embriones “vio” a sus hijas. Se dio cuenta de que esas células no eran en absoluto diferentes a sus hijas, simplemente ellas había crecido y estos embriones eran usados para investigar y luego morían. ¿Su reacción? Ciencia. Utilizó todos sus conocimientos y esfuerzos para proporcionar una solución ética al problema. Tras muchos intentos logró formar las células iPS: células humanas adultas (no embrionarias) que al cultivarlas con una serie de factores se volvían pluripotenciales, es decir, capaces de convertirse en distintos tipos de células. Esto fue un verdadero hito en la ciencia pues no solo brindó una solución ética, sino que científicamente se comprobó que las células embrionarias no sirven y nunca servirán para “curar” alguna enfermedad por su misma inmadurez. Esta las hace incapaces de parar de crecer, mientras que las iPS y las llamadas células madre adultas poseen un potencial enorme de producción de tejidos nuevos, con la ventaja que no son tan inmaduras como las embrionarias y éstas no formarán tumores. De nuevo, ciencia.

Ahora bien, ¿qué tiene que ver esta pequeña historia con el aborto? Mucho, mejor dicho todo. Este investigador, con sus conocimientos científicos logró darse cuenta de que la ciencia no puede atropellar la dignidad humana y que ese embrión de apenas una célula ya tenía la misma dignidad que sus hijas. La misma: ni más, ni menos. Todo el código genético propio e irrepetible está ya en el embrión, el código que dicta todas sus características físicas y químicas, al igual que en todo ser humano. Dicho de otra forma, el embrión es un ser humano. Además, llegó a una conclusión que a todos nos podría servir de ejemplo: ante una dificultad ética, la solución más simple no es siempre la mejor. Por supuesto que lo más sencillo es trabajar con células embrionarias. Además, son investigaciones que, aún ahora, pagan muy bien. Pero él decidió buscar una alternativa y esta le mereció un Nobel. Con el aborto pasa algo similar: por más que los médicos y científicos más renombrados en el mundo quieran “demostrar” que un embrión no es un ser humano, la ciencia grita lo contrario; la única diferencia entre un embrión y un adulto es el tiempo de madurez.

Claro, es indiscutible matar ¿no? Es aún más indiscutible matar bebés ¿no? Y matar “células” que ni siquiera llegaron a la etapa de ser bebés, según la misma lógica, debería ser impensable. Entonces, ¿por qué no lo es? Mi opinión como científica es que el mundo entero ha decidido optar por la vía fácil: “endulzar” la idea del aborto, vendiéndola como un proceso sencillo en el que esas molestas “células” ya no estarán. Así, simple, como una operación de un tumor. Más fácil aún, como un molesto dolor de cabeza que te intentas quitar con una sola pastilla. Fácil. Pero no, no llamemos a eso ciencia, porque cuando la ciencia pisotea la dignidad humana ya no es ciencia.

Sé que muchos argumentarán que en casos de violación, en casos en que el feto sea inviable, en casos que peligre la vida de la madre la solución más adecuada parece ser el aborto… Muchas son las circunstancias que se pueden plantear, pero si se tiene claro que el embrión, esa pequeña célula de unas cuantas micras, no es para nada distinto a una niña de 5 años, entonces nos daremos cuenta de que ni uno solo de esos casos justifican el aborto. Claro que es más difícil llevar un embarazo que no se ha deseado, dar a luz y adoptarlo; por supuesto que es más difícil atender un embarazo con riesgos. No discuto que es muy costoso ser madre de un bebé que nazca muerto o que muera a las pocas horas de nacer, pero es eso precisamente lo que nos hace humanos: superar esas dificultades y ser mejores, no conformistas. Eso es la ciencia: buscar mejorar la humanidad, no conformarse con la solución fácil.

Bioquímica