La historia moderna ha producido calificativos de naturaleza inmortal. Entre brujos, reformistas, burgueses y revolucionarios, por nombrar algunos, estos han sido utilizados para categorizar líderes y pensadores a través de los años. En la actualidad, el “populismo” ha emergido como un término intercambiable entre ideologías, y sin ideología alguna. Este, de manera similar a los ejemplos antes mencionados, ha perdido su significado. A menos de un año de la elección presidencial y con el surgimiento de nuevos candidatos y movimientos, es importante definirlo, ya que de no hacerlo, sus efectos antidesarrollo, e incluso antidemocráticos, pueden pasar desapercibidos en campañas idealistas de líderes mesiánicos.
El poema épico griego “La Odisea” ofrece un ejemplo metafórico del populismo y de los líderes que se rigen bajo dicho calificativo. La obra homérica, compuesta por veinticuatro cantos, narra el largo y desesperado regreso a casa del héroe griego Odiseo, tras diez años de lucha en la Guerra de Troya. Durante el trayecto, Odiseo tiene, junto a su tripulación, varias aventuras donde exploran las islas del mediterráneo e interactúan con diversas figuras mitológicas. En el Canto IX, arriban a la tierra de los Lotófagos, quienes “les dan a comer loto”. Odiseo nota que, “el que de ellos comía” este “dulce fruto”, “ya no quería volver”, sino “que prefería quedarse allí con los Lotófagos, arrancando loto y olvidándose del regreso”. Fue tan hipnótico el efecto del fruto en los hombres de Odiseo, que el héroe griego los condujo “a la fuerza”, arrastrándolos y atándolos mientras ellos “lloraban”. Solo así pudo volver a emprender rumbo de vuelta a Ítaca, su patria legendaria.
Después de tener, los tripulantes, el regreso a casa como un objetivo claramente establecido, el fruto de Loto alteró sus prioridades hasta el punto en que las hizo desaparecer. Catalizó las emociones del momento, el confort inmediato y desdén hacia el resto de la flota. Inundó una misión visionaria, con una tormenta de cortoplacismo.
El impacto embriagante de este alimento natural tiene similitudes considerables con el actuar del populismo. De la misma manera en que el Loto interrumpió la finalidad del viaje de Odiseo, el populismo crea obstáculos en el trayecto de un país hacia el desarrollo. Líderes que se rigen bajo dicha práctica formulan pseudopolíticas, despilfarrando recursos públicos, con el fin de crear un bienestar temporal de carácter inmediato, sin efectos positivos —en cuanto a desarrollo económico y social— a largo plazo. Se valen de un lenguaje majestuoso para encantar a la población y sustentar dichas políticas de naturaleza insostenible; dándole, como diría George Orwell, “una apariencia de solidez al mero viento”. De ser efectivos estos mecanismos antes mencionados, los votos vienen por añadidura.
El fruto de Loto se convirtió en una debilidad para los hombres, y tal como este dividió a la tripulación de Odiseo, el populismo divide a la población de un país e incluso de una región, al explotar, estos líderes, las vulnerabilidades de los ciudadanos. El Salvador y Latinoamérica en general, con un tejido social tan frágil, son caldo de cultivo para esto. Como resultado, los populistas fomentan el resentimiento social, odio de clases y guerras culturales, así como categorizan a todo individuo y grupo que piensa diferente, como enemigo. La confrontación y el fanatismo se vuelven parte de la vida cotidiana.
El percance en la tierra de los Lotófagos, visto en un contexto más amplio y aplicado a la realidad política nacional, actúa como llamada de atención para la población en los meses por venir. Habrá candidatos cuya principal propuesta será el ensalzamiento de su persona, partidos que pretenderán ser representantes de la población, y movimientos de prácticas antiguas maquilladas de nuevas. Todos condenarán la corrupción y el gasto innecesario, y respaldarán el diálogo y la formulación de acuerdos. Sin embargo, es deber del electorado identificar quienes ofrecen un plan a largo plazo para El Salvador, donde se priorice el desarrollo de la nación y sus integrantes.
Afortunadamente para los tripulantes fascinados por el loto, Odiseo se mantuvo firme en sus intenciones y desprendió forzosamente a sus hombres del encanto del alimento. Sin embargo, los ciudadanos no tendrán un Odiseo que los arrastre a la fuerza. Depende de nosotros decidir qué camino seguir: el de Ítaca o el del fruto de la perdición.
Estudiante de Economía
y Ciencias Políticas.