Al azul y blanco nada lo detiene; ni lo detendrá el muro de Trump. Con razón “hay salvadoreños hasta en la China”, es la pura verdad. Si solo en “el Imperio” sumamos 2 melones. De Canadá, Australia, Italia, Suecia, y otro montón de países, también nos llegan chorros de remesas. “De Cuba y Venezuela no recibimos ni pura estaca”, recuerda la lorita Pepita.
Remesas de los que residen y echan riata fuera de nuestras fronteras; pero, juzgando por las colas para sacar “pajaporte” en Migración, y el gentío socando para que les salga verde en el semáforo de aduana de Comalapa, salen chorros de gente a chotear y comprar. Y eso que no hay pisto.
Tampoco hay mucho pisto para patrocinios, pero el azul y blanco se las arregla para estar presente por la patria en justas deportivas. Solo este mes, una representación de enfocados triatletas cruzó la meta de una competencia de larga distancia en Galveston, Texas, y otra, la cruzará el próximo domingo, en una triatlón de superlarga distancia en Houston.
También brilló el azul y blanco cuando, dignos representantes, el lunes 16/4 – Patriot’s day en USA, cruzaron la meta, contra viento, frijol extremo y tormenta, en Boston, la mamá de Tarzán de las maratones.
Requiere esfuerzo rejuntar las fichitas necesarias, y angustia vivir con tarjetas topadas, pero el azul y blanco sigue conquistando metas extranjeras. Como dice aquel comercial: Inscripción$ 450, pasaje de avión $600, Hotel $ 400; las endorfinas que nos mantienen encendidos durante el entreno, y el momento de gloria al encontrar la meta, NO TIENEN PRECIO.
Tengo un montón de años de disfrutar esta gloria, y salvo a las inevitables lesiones deportivas, sí que gozo las 16 semanas de disciplina y enfoque, requisitos para no simplemente participar.
La medallota con que anteayer una diosa peruana puso en mi buche, al cruzar la meta del Ironman 70.3 de Lima, en 5 horas 4 minutos, fue la cereza en el pastel de un largo camino, asesorado por el coach Sergio Ramírez, triatleta salvadoreño con tiempos de gacela en competencias por todo el mundo.
No solo de gacela, pues el triatlón requiere de las habilidades de Phelps y Lance ya que, antes de correr se debe nadar y pedalear.
Mi objetivo en Lima, claramente señalado en el plan del coach, era nadar los 1900 metros en 34 minutos, rodar 90 kms en 2 horas 34, y correr 21k en 1 hora 40, con 4 minutos por transición de Phelps a Lance, y otros 2 de Lance a Bolt. Misión casi cumplida, salvo 10 minutos más en las 2 ruedas, debido a una pista con mucha cuesta.
Hagamos de caso que un periodista deportivo, de los pocos que cubren algo más que futból, me pregunta: “Viejo Lin (mi apodo de deportista), como se siente. Respondería: “Como dicen los ticos, me siento Pura Vida, agradecido con mi coach por sus sabios consejos, con mi familia por su paciencia y apoyo, y conmigo mismo por haberle metido con todo, para poder colarme en el tercer lugar del podio según mi categoría de edad”.
También me siento orgulloso pues El Salvador subió a lo más alto del podio en Lima, gracias a la disciplina y enfoque de Claudia Samayoa y Gloria Graniello, ambas primeros lugares en sus categorías. Otra prueba más que al azul y blanco nada lo detiene.
Orgullosos, motivados y agradecidos, nos sentimos los que tenemos la dicha de codearnos con atletas de todo el mundo, alambrados con la misma pasión. Puede ser que la Selecta no vaya a un mundial desde el 82, pero, en otras disciplinas, si se puede seguir estando ¡Presentes por la patria! en justas internacionales. “¡Salvador, Salvador!”, porrea la lorita Pepita con nuestra bandera.
Columnista de El Diario de Hoy
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