¿Será que es Navidad en Nicaragua?

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Por Cristina López

23 April 2018

Dicen que a cada chumpe le llega su Navidad. A ver, el adagio no es para pecar de morbosos, no necesariamente debe traducirse en desplume y descabezamiento que desemboca necesariamente en pan o rostizado. Simplemente se refiere que todo termina. Y son las anquilosadísimas dictaduras, la de Cuba y Venezuela principalmente, las que más deseos me dan de que se cumpla el adagio y que en su ocaso, traigan las primaveras de una verdadera democracia.

Si bien es incierto cuándo le llegará la Navidad al chumpe de Venezuela y Cuba, nadie pierde las esperanzas de que lo que ahora se ve inmutable comience a transicionar. En Venezuela, los recursos ya no les dan para continuar gobernando a base de populismo, y los ojos del mundo y la presión internacional que clama a favor de los presos políticos y los oprimidos les está volviendo cada día más complicado eso de continuar gobernando a la fuerza. En Cuba, el poder acaba de cambiar de manos, pero solo nominalmente. Pocos analistas políticos serios ven a Miguel Díaz-Canel como algo distinto a la dictadura castrista —no es más que una continuación, pues el puesto solo es ceremonial— pero es posible que el debilitamiento económico de Venezuela y el valiente activismo de la juventud cubana fuera de la Isla empiece a obligar al régimen a hacer cambios necesarios.

En Nicaragua, donde el dominio de Daniel Ortega como presidente y el de la vicepresidenta Rosario Murillo, su esposa, parecería casi absoluto, se empezaron a ver la semana pasada grietas en lo que parecía sólido. Y fueron errores no-forzados, propios de quienes se comienzan a sentir demasiado cómodos en el poder y creen sus políticas públicas incuestionables. La administración de Ortega hizo una reforma chapucera del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social. A lo anterior puede sumársele el negligente manejo del incendio forestal de la reserva natural Indio Maíz. Fueron los ingredientes necesarios para una tormenta perfecta que resultó en las protestas de centenas de miembros de la libertad civil, tomándose las calles y congregándose pacíficamente en universidades e iglesias.

Disfrazando de fuerza y opresión su miedo a la expresión libre, las autoridades han respondido con agresiones y represión. Según la Red Latinoamericana de Jóvenes por la Democracia, que condenó enfáticamente la opresión gubernamental contra los sectores juveniles que iniciaron las protestas, “la represión ha tenido un saldo de 3 muertos y 35 heridos identificados”. Las cifras engloban a estudiantes, activistas, y tristemente, a periodistas. Es por eso que desenredar la verdad de las versiones del oficialismo se ha vuelto tan difícil; la administración de Ortega está intentando reprimir los reportes de lo que pasa en Nicaragua con campañas de desinformación en las redes sociales y como quien sigue el manual de censura de cualquier dictador, Ortega y Murillo se encuentran activamente empujando una reforma que podría limitar el acceso de la sociedad civil a las redes sociales.

Es la labor de los observadores neutrales, analistas políticos, y columnistas de opinión en la región tomarnos en serio lo que está pasando en Nicaragua y no dejar solo al pueblo nicaragüense, envuelto en una nube de silencio y censura. Es posible que con este empujón de la sociedad civil nicaragüense, al chumpe de la administración de Ortega le esté llegando su navidad.

Lic. en Derecho de ESEN

con maestría en Políticas Públicas

de Georgetown University.

Columnista de El Diario de Hoy.

@crislopezg