Lo confieso sin ambages: me gustan las palabras. Casi todas. Las nuestras (cipote, ñuñuco, cueshte, tetelque, culispipian…), las de otros (pijo, huachafo, güey, guay, pajarillo, morriña…), las de todos (melocotón, prodigar, excelso…). Son bonitas, suenan bien. Me gustan las comunes (bicho, amor, compasión, solidaridad), las menos comunes (terneza, tránsfuga, plácido…), las inusuales (turgencia, cimbreante, saudade, sórdido...). Son poderosas las palabras. Representan el mundo, amplían simbólicamente nuestra experiencia, nos hacen la vida más plena, más humana. Las palabras tienen historia, tienen belleza, tienen significado.
Se pueden decir cosas bonitas con las palabras. Por ejemplo, “Cuando te he dicho al oído ‘cosita’, te he cubierto con toda la ternura de mi raza. Cosita. Después de eso hasta tu nombre, el más bello de los nombres, se me hace terrible”. ¿Se imagina, señora, oyéndolo de su pareja? Agradezca a Roque.
Para expresar su misión, su filosofía, las organizaciones usan lemas (slogans, mottos). “La fuerza y el poder que proporciona el lema a una marca es tanta que nada más con leerlo sabemos de qué estamos hablando” se lee en algún sitio web. “Donde todo tiene solución”, “Todo para enamorarlo”,
“SEMPER ALTIUS”. Me gustó desde la primera vez que lo leí: “Siempre más alto, siempre mejores”. (“Semper Fi”, otro motto bonito, aprendizaje informal por televisión: NCIS). Me quedo por ahora con SEMPER ALTIUS. “Educación para enfrentar al mundo. Formación para enfrentarlo” complementan el motto y definen la misión de esa red de colegios. No solo educan, también forman. Eso es buena cosa, tienen clara la diferencia entre educar y formar. Y se hacen responsables de ambas tareas, lo que en los tiempos que corren, denota valentía.
Por los medios de educación nos hemos enterado que el “Colegio Highlands San Salvador” ha celebrado sus quince años de funcionamiento, lo que para una institución educativa es poco tiempo. Al recorrer sus instalaciones uno se encuentra con una preciosa casona de inicios del siglo XX (para la primaria), otro par de novísimas estructuras, de arquitectura sobria, pero de primera calidad (para la secundaria y bachillerato), también agradables instalaciones deportivas (indispensables para bien educar, sobre todo el carácter) con jardines bien cuidados y espacios verdes, el colegio pareciera tener más de quince años, muchos más. ¿Cómo habrán hecho para crecer tan rápidamente? se hace uno la pregunta ingenua. Internet nos informa que éste pertenece a una red de Colegios Semper Altius que tiene ya sesenta años de existencia, tiempo suficiente para aquilatar experiencia e incorporar novedades. (Es la ventaja de las franquicias, tienen su know how) No son pocos colegios, calculo que no menos de 50. México es el país que más tiene (35), 10 colegios más en otros 6 países de Latinoamérica (el de San Salvador, el único de América Central); en Europa 8 colegios más y un último en las Filipinas; otro par de Academias en Estados Unidos y Europa (una en Irlanda que se me antoja la original y, de ahí, quizás, el nombre de Highlands del salvadoreño). Acreditados por el AdvancEd, la institución acreditadora más exigente del mundo, el colegio ofrece el Bachillerato Internacional, con materias “Advanced Placement” que permiten a sus alumnos avanzar créditos universitarios. En convenio, supongo, con la Universidad Anáhuac de México, el trayecto y la misión educadora se alarga hasta la vida universitaria (¿por eso será que “a hicker is always a hicker”?).
Su modelo educativo destaca el programa académico (desde luego) el bilingüismo (inglés desde el inicio), la incorporación de la tecnología y robótica, las actividades en familia, la educación diferenciada (niños y niñas asisten al mismo colegio en aulas separadas durante niveles educativos y se juntan en actividades específicas, aprovechando lo mejor de la convivencia y la separación de los sexos en la educación), el deporte y la formación espiritual y en valores.
En quince años todavía no han de tener profesionales que demuestren lo adecuado de la educación que recibieron. Pero quince años no son poca cosa. Intentaremos conocer más del modelo educativo, que se antoja adecuado. Por ahora, únicamente se puede felicitar sinceramente a los entusiastas padres de familia que iniciaron esa aventura. Ojalá que tengan vientos venturosos que mantengan hinchadas sus velas y los lleven SEMPER ALTIUS. ¡Felicitaciones a los Highlanders!
Psicólogo y columnista
de El Diario de Hoy.