El impago es el colmo de la irresponsabilidad

Como dijo recientemente el diputado Juan Valiente, el único rumbo que se detecta a la extrema izquierda es destruir al país, acabar con su producción, llevarnos a una miseria general como la que está causando la hambruna en Venezuela.

descripción de la imagen

Por

25 April 2017

Es culpa del gobierno haber caído en impago, default, como señalan las gremiales del sector privado, más cuando se disponía de fondos para cumplir con los compromisos.

El impago afecta enormemente el crédito de un país, eleva los intereses que cobran los bancos pues para dichas instituciones prestar dinero y financiarse es más costoso, recuperar la solvencia no es fácil y, como siempre, son los salvadoreños todos los que acarrean con las consecuencias del impago.

El impago viene a ser como el remate de los continuas descalificaciones que vienen haciendo entidades como Moody’s y Standard & Poor’s, las malas notas que se dan al gobierno por su irresponsable manejo de las finanzas públicas, sus despilfarros y su marcado desdén por el bienestar general “mientras a ellos les vaya bien” como debe de pensar Maduro, el déspota venezolano, que no cede por no tener dónde refugiarse fuera de los Estados Unidos, que lo esperan para darle residencia permanente.

Nunca, desde los años de la Gran Depresión, El Salvador había dejado de cumplir con sus compromisos financieros. Y en aquel entonces, para pagar las deudas adquiridas, los acreedores, principalmente los Estados Unidos, tomaron control de las aduanas para cobrarse con los impuestos de importación que nadie --fuera de la esposa del dictador Martínez-- dejó de pagar.

Perder el crédito, la honra, la estima de otros, es relativamente fácil para todo sinvergüenza; recuperarlo es otra cosa, si es que se logra, como los pecadores a quienes nadie absuelve.

Lo triste es que el país pierde su crédito --un crédito que a lo largo de decenios fue ejemplar-- a causa de intereses de partido, falta de escrúpulos e ignorancia.

El caos les es más conveniente que la prosperidad y la alegría

Al caer en impago, en mayor o menor medida quedamos a merced de los acreedores, como le ha sucedido a España, cuya economía está ahora dictada en parte por el principal acreedor, Alemania, o Italia, que está en una especie de callejón sin salida visible.

Pero el más aleccionador caso es el de Grecia, que a duras penas logra importar bienes esenciales como medicinas y carburantes y que la ha llevado a pasar de una crisis política a otra, dado que los inteligentes votantes siguen eligiendo a un demagogo que fue el ausente, en primer lugar, del actual desastre con su populismo barato.

Grecia ha tenido que vender parte de su patrimonio artístico, comenzando por esa gloria universal que es el Partenón, el legado de Pericles, la más hermosa obra arquitectónica en toda la galaxia.

Entre las duras condiciones impuestas a España, para citar un caso, está subir impuestos en tiempo de crisis, lo que ha causado una alza en la desocupación en todos los niveles.

Hasta Argentina, en tiempos de Kirchner, corrió a evitar caer en la insolvencia negociando directamente con los banqueros en Estados Unidos, pues sabía lo que la insolvencia iba a acarrear a la economía.

Como dijo recientemente el diputado Juan Valiente, el único rumbo que se detecta a la extrema izquierda es destruir al país, acabar con su producción, llevarnos a una miseria general como la que está causando la hambruna en Venezuela, donde las panaderías no tienen pan, ni las farmacias, medicinas.

Siempre es un misterio saber lo que se mueve en las cabezas de gente sin moral, sin saber, sin más capacidad que para odiar.