En cuestión de pocas semanas dos connotadas miembros del efemelenismo han defendido a capa y espada a Mauricio Funes, aseverando sin mayores elementos que es inocente, que no robó, que su visible patrimonio es invisible, que no hay razón de acusarlo, pese a que se ha ido a refugiar a Nicaragua, país hacia donde corren maleantes de toda la región.
Determinar si hay o no hay enriquecimiento ilícito, si se robó o no se robó, no es un asunto que se define al aire de alguien, más cuando quienes lo afirman no son parte de un cuerpo que investiga, sino miembros del mismo partido de izquierda.
Tal actitud señala algo muy grave y es que indistintamente de lo que un individuo perpetre, se trate de robos, malversaciones, homicidios o cualquier clase de fechoría, si se procesa y se castiga o sigue en libertad depende de si es parte de una banda o no lo es.
Y por tal motivo los homicidas de la Mélida Montes andan tan frescos como lechugas, como los del servicio secreto ruso que asesinaron en Londres a rusos exiliados con Polonio, una sustancia tan mortífera que un gramo puede acabar con toda la población de un país.
La postura de las dos activistas efemelenistas explica por qué hasta el momento no hay ningún “presunto enriquecido” que sea parte del oficialismo o miembro del partido, que está tras las barras; algunos de ellos inclusive blindados con nombramientos ministeriales para que nadie pueda ni siquiera intentar meterlos al bote.
Cuando las leyes son elásticas, o pueden aplicarse al capricho, o tienen a unos en la cama y a otros en el suelo, el Orden de Derecho está muerto y un conglomerado ha caído en la clase de situación que impera en la selva, entre animales salvajes o en el dominio de bandas armadas como el ISIS y la Siria de Assad.
Las leyes, bajo cualquier autocracia y más en regímenes dictatoriales, dejan de ser una garantía para la gente transformándose en una amenaza, pues al moldearlas al capricho se vuelven un instrumento de represión, o el peor de ellos como sucedió en Cuba para la matanza en el paredón al inicio del castrismo, o lo que ahora está sucediendo en la narcodictadura venezolana, siendo el encarcelamiento del líder opositor Leopoldo López el caso más flagrante de ello.
O vivimos bajo el orden de Derecho o retornamos a las cavernas
Ordenar la vida de los hombres a través de normas invariables, leyes, fue la gran conquista de las sociedades primitivas que salieron de las cavernas, existiendo indicios que ya desde hace al menos diez mil años, hubo reglas válidas para todos, pese a que reyes, brujos y “profetas” las podían moldear para servirse de ellas, como sucedió con la Inquisición.
Desde el rey babilonio Hamurabi, hace más de cuatro mil años, se codificaron leyes que en lo esencial rigen al día de hoy.
La codificación de las tablas de la ley por los romanos que llevó al código de Justiniano, la Carta Magna, la declaración de los Derechos del Hombre de la revolución francesa, la Declaración de Independencia de Estados Unidos, son los grandes eventos que han llevado al hombre actual a vivir bajo la ley, a ser protegido en sus derechos...
Eso hasta ahora que un grupo de fanáticos está desmantelando las leyes en esta tierra para devolvernos a las cavernas.